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Carajo

A finales de siglo, cuando el descubrimiento de América demostró que aún quedaban tierras por explorar.

A finales de siglo, cuando el descubrimiento de América demostró que aún quedaban tierras por explorar, la mayoría ilustrada intuía ya que el mundo no acababa en un salto abrupto al vacío y que la esfericidad de la Tierra era algo más que una hipótesis. Una expedición que partiría desde Sevilla estaba, sin saberlo, a punto de constatarlo. El 20 de septiembre de 1519, una flota compuesta por cinco naves y 250 hombres partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda, en el sur de España, hacia el Atlántico. Al mando del buque insignia, la nao Trinidad, estaba el capitán portugués Fernando de Magallanes. Ni Magallanes ni sus hombres eran conscientes entonces de que su expedición cambiaría el curso de la historia, sin saberlo, se convertirían en los primeros en dar la vuelta al mundo. Pero también fue una auténtica hazaña de resistencia humana: la primera circunnavegación al globo fue un auténtico infierno de enfermedades, hambre y violencia. De hecho, solo 18 de esos 250 tripulantes regresaron a Sanlúcar. El siglo XVI era el pleno apogeo de la llamada por los europeos "era de los descubrimientos". En un momento de la historia en el que ambas potencias se repartían prácticamente el mundo, España y Portugal competían por expandir sus territorios por un planeta que, a juzgar por travesías como la de Colón en 1492, aún les deparaba grandes sorpresas. Lo confirmó la primera vuelta al mundo iniciada hace 500 años por el portugués Fernando de Magallanes bajo el patrocinio de la Corona española y que, sin duda, es una de las mayores odiseas de la historia de la humanidad. Pasarían casi tres años desde aquel 20 de septiembre de 1519 hasta que una veintena de sobrevivientes de la expedición, capitaneados por el español Juan Sebastián Elcano tras la muerte de Magallanes, concluyó a duras penas su gran hazaña marítima. La nao Victoria fue una de las cinco naves de la expedición de Magallanes, que regresó a Sevilla tras dar la vuelta al mundo. En la madrugada del 12 de octubre de 1492 Rodrigo de Triana, uno de los avistadores de La Pinta, anunciaba a sus angustiados compañeros la noticia que tanto esperaban, había tierra en el horizonte, lo anuncio desde el carajo. Los mástiles de las antiguas carabelas españolas tenían una canastilla de observación al final desde donde los vigías ojeaban el horizonte en busca de señales de tierra. Los marineros asociaban al mástil y a la canastilla también con el órgano sexual masculino por lo que terminaron llamándole "carajo" a la canastilla. La punta del mástil es el área que refleja en mayor grado el movimiento lateral de un barco de vela. Un marinero que permaneciera allí por un par de horas usualmente salía atormentado por lo que en ocasiones se utilizaba el enviar a un marinero de vigía al "carajo" como "castigo" para aquellos que cometían alguna infracción a bordo. Luego de cumplir horas y hasta días enteros en el carajo, el marinero bajaba tan mareado que se mantenía tranquilo por un buen par de días. De ahí surge la expresión fundamental y pilar de la lengua española: "váyase al carajo" como interjección para expresar desdén contra alguien. No obstante, marineros curtidos, luego de años enfrentándose al mar picado, alcanzaban una tolerancia poco usual al vaivén del barco y permanecían inalterados aún en las peores tempestades. Resistían por más tiempo estar de vigías y de ahí surge la expresión: "ese tipo está del carajo". Esta palabra que últimamente se ha vuelto la favorita del ejecutivo federal y la cual menciona cada vez que puede, ya no nos ofende a los mexicanos, en primer lugar, porque dado su limitado lenguaje tal vez ni sepa su origen y en segundo lugar, porque ya estamos curtidos luego de años de escucharlo todas las mañanas despotricar contra todos los que no piensan como él, hemos alcanzado como todo buen marinero una gran tolerancia a sus palabras.

*- El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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