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Calumnia, que algo queda

Habría que ser muy ingenuo e irracional para creer que la corrupción en México se erradicará en un sexenio, por decreto, o de un plumazo. Nada más falso, de toda falsedad, y no es porque se esté a favor de la corrupción, ¿cómo vamos a terminar con este flagelo en seis años? si llevamos décadas de ser saqueados por la clase política que nos gobierna.

Habría que ser muy ingenuo e irracional para creer que la corrupción en México se erradicará en un sexenio, por decreto, o de un plumazo. Nada más falso, de toda falsedad, y no es porque se esté a favor de la corrupción, ¿cómo vamos a terminar con este flagelo en seis años? si llevamos décadas de ser saqueados por la clase política que nos gobierna. No nos hagamos ilusiones, quizás al final del sexenio es posible que se “devele” una situación similar, enmarañada de corrupción. Se necesitaría nuevas generaciones de mexicanos con otros valores éticos y morales para combatir desde la raíz esta calamidad heredada desde épocas ancestrales. Es imperativo ir a la raíz del problema. La solución inicia desde el hogar, la educación en valores empieza en casa y en la escuela se refuerzan valores para el trabajo entre otros. Por ello, sería una utopía el pensar y creerles a los políticos que nos gobiernan que van a terminar con la corrupción heredada y arraigada hasta la “médula”. Muchas personas piensan que este cáncer es “genético” que nunca se acabará y que solo se aminorará, dependiendo de las políticas públicas que se implementen y de la aplicación estricta de la ley.

No sabemos, ni nos consta, pero es lo que circula en las redes y en los medios masivos de comunicación, han sido parte de la agenda en las mañaneras de AMLO. Tampoco pretendemos defender a nadie, ni hacer apología de la corrupción simplemente hay que poner la información en contexto. Coincidimos, en que si alguien robó y se le comprueba, pues que vaya a la cárcel una vez que se realicen las investigaciones de rigor. La calumnia alude al perjuicio que pueden causar los “testigos falsos”, pues resulta difícil demostrar la inocencia del calumniado y recuperar su buena fama, “calumnia que algo queda” ya nada será igual, porque se sembró la duda y después de eso es muy difícil de recuperar la credibilidad y la honra. La secuela que queda en la persona calumniada es moral y resulta difícil demostrar la buena reputación del calumniado y recuperar su buena fama. El daño está hecho, “palo dado ni dios lo quita”.

La calumnia y la mentira campean en todo el territorio nacional, las recientes acusaciones, han sido un escándalo y solo se han difundido, sin antes haber investigado si son falsas o ciertas las acusaciones. Mal hacemos de acusar y después probar. La sociedad ya calificó y linchó a todos los implicados por Lozoya en asuntos de sobornos y corrupción sin darles el beneficio de la duda o que esgrimen sus pruebas para defenderse. Ha sido un mar de información que ha inundado las redes y los medios masivos de comunicación e impresos. La sociedad siempre ha sospechado del enriquecimiento ilícito de la clase política mexicana, pero no tiene manera de comprobarlo. Toda la clase política se ha ido al caño de la corrupción, aunque juren que no son iguales, todos se van al caño de la corrupción que los “iguala” y hermana como una gran cofradía, que desdeña la ética y la moral, pero sobre todo las aspiraciones del pueblo.

En estos días, se ha continuado con las denostaciones entre las personas que fueron señaladas de recibir dinero para aprobar reformas y para financiar campañas. La guerra no ha terminado y cada vez se vuelve más encarnizada y ahora le han sacado al presidente muchos memes y le han recordado su trayectoria política, preguntándole de dónde sacaba dinero para vivir si nunca ha trabajado. Dicen que el que se lleva se aguanta. Ya le faltaron el respeto al presidente, nunca se ha dado su lugar como tal, él personifica al poder ejecutivo, ya no es el candidato en campaña que arengaba en las plazas públicas. Él no debe presentar esas acusaciones en público, para ello están las instancias correspondientes, mal hace el presidente en bajar de nivel y denigrar la figura presidencial. Él debe ser el garante de la moral republicana. ¡Nada menos!

*- El autor es economista egresado de la UABC.

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