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Autocensura

La situación actual de quienes tenemos el privilegio de poder dar nuestro punto de vista sobre los acontecimientos actuales en un periódico.

Por el derecho a la libertad de expresión

A la memoria de Doña Coty Arámburo.

La situación actual de quienes tenemos el privilegio de poder dar nuestro punto de vista sobre los acontecimientos actuales en un periódico, nos expone por los riesgos que van implícitos en esta tarea. No es sencillo hacer observaciones tajantes sobre asuntos altamente sensibles, que pueden molestar a gente con poder. Si estos son funcionarios públicos de elección popular, suelen reaccionar como si se les estuviera denigrando con cualquier comentario que no les plazca. Creen que con los votos obtenidos también adquirieron la impunidad y se les debe liberar de incomodidades. Por supuesto que quienes ejercemos el derecho a la libertad de expresión, no solemos amedrentarnos y somos claros, precisos y concisos.

Sin embargo, tomamos precauciones y solemos autocensurarnos cuando el riesgo es alto, y las personas señaladas tienen un historial delincuencial notorio y público. Esto se debe a que nuestro país está inmerso en una etapa de excesiva impunidad. Desde las faltas administrativas hasta los delitos de alto impacto, se carece de resultados. Las investigaciones de estos, o no se llevan a cabo o se dejan a medias, sin importar los derechos de las víctimas. Los funcionarios encargados de la seguridad ciudadana y de la aplicación de las leyes y la justicia social, nadan en un profundo lago de corrupción. Cualquier asunto puede resolverse sobre las rodillas o con alguna aportación económica. Todos los ciudadanos hemos sido testigos de cómo los policías municipales exigen efectivo, a quienes han cometido una violación de tránsito, por ejemplo.

Digamos que decir esto es un asunto menor, pero cuando estamos haciendo señalamientos contra personas de alto rango, como un gobernador, la cosa cambia. Estos sujetos son personajes intocables, sienten que viven cerca del cielo y exigen impunidad. Cuando Lourdes Maldonado denunció ante Andrés Manuel López Obrador, los riesgos que tenía de ser asesinada a mansalva, nada se hizo para procurarle seguridad. Su denuncia se trató como un simple relato de alguien que intentaba ganar notoriedad. Tan no se le creyó que ahora está muerta. Por consiguiente, la reacción de los que quedamos se torna complicada y, querámoslo o no, nos sirve de rienda y nos detiene.

Siendo honesto, yo si me he regresado a revisar la estructura de mis oraciones, para evaluar los riesgos posibles. Este no es un trabajo sencillo ni exento de peligros. Debemos ser cautos cuando desarrollamos temas sobre el crimen organizado y los funcionarios públicos de primero, segundo y tercer grado, con capacidad suficiente para agredirnos personalmente o con un sicario. Por lo tanto, cuando debamos hacer señalamientos fuertes, es prudente utilizar medios alternos como los seudónimos o cuentas en las redes sociales con nombres ficticios. Hay cosas que deben ser denunciadas para que sean del dominio público, pero se requiere seriedad y anonimato en algunas ocasiones. Esto de ninguna manera nos convierte en cobardes a los periodistas y editorialistas, por el contrario, nos mantiene con vida y activos en nuestras tareas ejerciendo el derecho a la libertad de expresión. Confiemos en que llegue el tiempo en que se respete nuestra integridad física. Por lo pronto, debemos honrar el sacrificio de Margarito y Lourdes. Vale.

*-El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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