Reflexión Universitaria
Mal de nuestro tiempo, algunas personas opinan que la corrupción en los mexicanos es de origen genético. Hoy que los candidatos de las tres coaliciones más importantes han tomado protesta se han comprometido con erradicar y combatir la corrupción; con las siguientes afirmaciones categóricas: José Antonio Meade dice “seré implacable al combatirla”; Ricardo Anaya declara “no habrá venganza, pero sí justicia”, mientras López Obrador afirma “la enfrentaré con terquedad y locura”. Como candidatos han empeñado su palabra, veremos qué sucede después. Sin embargo, ya comenzamos con escepticismo con respecto a AMLO, ahora que se han dado a conocer las listas de candidatos plurinominales de Morena al Congreso, al incluir en dichas posiciones a personas como Napoleón Gómez Urrutia sobre quien pesa la acusación de haber defraudado con millones de dólares al sindicato minero y, precisamente, por tal motivo se encuentra en Canadá; y qué pensar si también se encuentra la profesora Elba Esther Gordillo, quien recientemente abandonara el reclusorio para continuar su proceso en arraigo domiciliario, acusada de haber asaltado las arcas del SNTE. Aunque AMLO goza de reputación de ser un hombre honesto, cual es la impresión de la sociedad, se rodea de personajes acusados de desfalcos financieros en contra de sus representados sindicales. En México hay muchas personas honorables que pueden hacer mejor papel y que gozan de buena presencia y calidad moral, ingrediente muy raro en nuestro país. El caso de Anaya es impresionante, ha dejado en tela de duda su honorabilidad de ser un hombre honesto, ya que se cierne sobre su cabeza la acusación de enriquecimiento dudoso, al haber prosperado muy rápido con inmuebles y naves industriales en su ciudad natal, Querétaro. "Difama que algo queda", dice el viejo refrán, pero hasta ahora el “Chico maravilla” no ha comprobado el origen de su riqueza y quiere terminar con la corrupción. Del candidato externo del PRI, diríamos que le ha tocado bailar con la más fea, ya que está recibiendo todos los golpes que le achacan al PRI de ser un partido corrupto. Sin duda, para poder hacer crecer su campaña política necesitaría romper con su jefe Peña Nieto, lo que es un gran dilema para Meade, porque, aunque tiene reputación de ser un buen funcionario federal, bien preparado, un tecnócrata a carta cabal, que fue y que pudiera continuar como buen funcionario, no obstante, hay que tomar en cuenta que la nomenclatura tradicional del PRI no lo ve con buenos ojos por no ser miembro activo del partido y, por ende, no lo consideran buen candidato. Por tanto, Meade está obligado a remar contra corriente y aunque así lo está haciendo, su campaña no prende, es más, va de picada. Y si decide romper con el actual líder nato del partido, le significaría un gran riesgo como candidato, hay que recordar lo que le sucedió a Colosio al desligarse antes de tiempo de Carlos Salinas. De las posturas anteriores, concluimos que los tres candidatos perciben el problema al revés, el problema de México no es la corrupción, es la impunidad, si bien la corrupción se puede aminorar o disminuir, pero nunca desaparecer. En el mundo existe la corrupción y nunca se ha erradicado. Lo que necesita México, es un estado de derecho donde se aplique la ley sin distingos, no necesitamos más leyes ni comisiones, en resumen, si el presidente de la República robó, que lo metan al bote, de lo contrario todo esto es demagogia con fines electoreros. Hay que atacar la causas y no el efecto. La pregunta que surge es ¿quién cerrará las celdas? El autor es académico de la Facultad de Ciencias Administrativas de la UABC.
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