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Ecoanálisis

Para la gran mayoría interesada en el significado de las palabras y su origen, Calafia es un misterio. Quizá nació desde el siglo XIII, y aparece en la literatura universal en un libro de caballería escrito por Garcí Ordóñez de Montalvo. En esta obra relata las sergas (aventuras) del Caballero Esplandián. Ordóñez dejó escrito que a “la diestra mano” de las Indias, existía una ínsula llamada California. Estaba poblada de amazonas comandadas por la Reina Calafia. Sin embargo, el vocablo California parece ser acuñado por primera vez en la llamada Le Chanson de Roldán, también de aventuras caballerescas. Del libro Las Sergas de Esplandián, del Esforzado Caballero Esplandián, hijo del Excelente Rey Amadís de Gaula, se conoce la portada de donde tomo estos datos, de su edición de 1587, copia de la original de Salamanca de 1510. Entonces de esta primera edición algunos soldados del conquistador Hernán Cortés, creían en el mito de la Reina Calafia, heredado mediante la tradición oral, ya que la mayoría de ellos era analfabeta a decir de mi amiga historiadora Adié Grijalva. La tropa española venía a conquistar y saquear los tesoros de las Indias, por ello, una vez conquistada Tenochtitlan, sucumbieron a los dichos de los nativos costeños de la Mar del Sur (el Océano Pacífico), consistentes en que al otro lado del mar (Golfo de California) había tierra. Y si ellos habían llegado a las Indias (por eso nos llamaron indios), entonces esa tierra a “la diestra mano” no podía ser otra que la isla California, “rica en perlas, oro y piedras preciosas”, rezaba el texto del fantasioso Ordóñez de Montalvo. El engaño fue tan grande que el mismo Cortés navegó y cruzó el golfo hasta lo que hoy es la Bahía de La Paz, B.C.S., a la que bautizó como Bahía de La Santa Cruz. Pero aquí no pudo conquistar a nadie ni a nada y regresó derrotado. Se dice que el calor agobiante lo hizo llamar al Sur peninsular “calida fornax”, horno cálido, y por ello algunos historiadores sostienen que ese es el origen del vocablo California. El hecho es que la mítica Reina Calafia y sus amazonas nunca aparecieron y fue hasta fines del siglo XVII que se confirmó que California no era una ínsula, sino una península, gracias a la observación que hiciese el Padre Kino desde el Cerro de Santa Clara, hoy El Pinacate. Y Calafia cayó en el olvido hasta que el gobernador Milton Castellanos Everardo la resucitó, al nombrar así a la última Plaza de Toros mexicalense. Por cierto, me tocó realizar la campaña para vender sus acciones y mi socio, el maestro don Carlos Coronado Ortega, concibió el eslogan “Calafia, la Plaza de Todos”, en referencia a sus múltiples dueños debido a aquellas acciones que quedaron en el olvido. Cada tanto tiempo es pertinente refrescar la memoria, sobre todo para el conocimiento de las nuevas generaciones. Reflexiono sobre esto, porque con este tema inicié la presentación de El Reino de Calafia el lunes pasado. El autor es investigador ambiental independiente.

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