Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / notamigracion

Ecoanálisis

La historia peninsular está llena de anécdotas y testimonios de sus antiguos pobladores que gracias al contacto con los europeos conocemos hoy. Y distingo aquí entre los dos conceptos: anécdota es una información que se ha trasmitido mediante la historia oral, la que se hacía de boca en boca. Y testimonio es aquella información recogida por un investigador que utilizó un método para obtenerla y pudo verificarla. La siguiente es una anécdota clásica de Baja California Sur que hoy les comparto y la tomé del libro “Camp and Camino”, de Arthur North, de su viaje a lomo de bestia de San Diego a La Paz, en 1906. A North le contaron que a fines del siglo XIX un viejo cochimí vivía sus días entre Loreto y Santa Rosalía. Se llamaba Juan y nadie recuerda su apellido. Juan veía extasiado a los grandes barcos de vapor que navegaban de San Francisco, California, a Santa Rosalía, B.C.S. Cuando preguntaba cómo se movían le decían que mediante un motor de vapor, que no comprendía. Un buen día que iba a “Cachanía”, como le dicen por allá a Santa Rosalía, vio desaforado caminar sobre una vía una pequeña locomotora jalando carritos con mineral de las minas La Providencia a Santa Rosalía, en un recorrido de media legua. Juan preguntó cómo funcionaba aquello y le dijeron que mediante un motor de vapor. Entonces pidió lo dejasen abordar el trenecito y se lo negaron. Luego entusiasmado por aquel genial invento fue a la compañía naviera a pedir lo dejasen abordar uno de los vapores para ir a San Francisco, petición que también le negaron. Contrariado por su fracaso, esperó a que zarpara el vapor “Curacao”, con destino a San Francisco, California, distante 600 leguas por mar y 400 por tierra. El día que el barco zarpó, Juan les dijo en el muelle que él era más rápido que esos lentos artefactos de vapor y salió corriendo rumbo al Norte. Dos semanas después, el “Curacao” entraba a la Bahía de San Francisco y al tocar muelle, Juan ya estaba esperando la embarcación fumando un cigarrillo. El cochimí traía puestas ropas más abrigadoras que las que solía usar en Baja Sur. Con aplomo le dijo al capitán del “Curacao”: “Ustedes muy tarde”. En aquel entonces se pudo comprobar que el Juan que esperaba al vapor, era el mismo Juan de B.C.S. al que le negaron un “aventón” en aquellos revolucionarios inventos de vapor. Nadie supo después si Juan regresó a Baja Sur. Algunos interesados en este caso llegaron a sugerir que Juan recibió ayuda en San Diego, en donde algunos personajes le consiguieron un boleto para el tren “Northern Express”, en el que viajó hasta San Francisco. Pero lo que nadie pudo o ha podido explicar hasta ahora, es cómo Juan corrió de Santa Rosalía a San Diego en justamente dos semanas. Considerando que esto fue al finalizar el siglo XIX, el hecho constituye toda una hazaña: la del primer maratonista internacional. El autor es investigador ambiental independiente.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados