Ecoanálisis
El Estado de Baja California tiene dos bosques: En el Norte la Sierra de Juárez y en el Sur la de San Pedro Mártir. Y gracias a ellos captamos el agua de lluvia que mantiene los acuíferos estatales. En la primera sierra llueven 450 milímetros, en la segunda hasta 600, en el desierto 50, prueba fehaciente de la vital importancia que esos bosques tienen para en Estado de Baja California, ¡son nuestro principal capital natural! Pero desde que el hombre europeo llegó con su cultura depredadora arremetió contra los bosques en los cuales vivieron en armonía las etnias nativas, los kumiais en el Norte y kiliwas en el Sur, sin atentar contra la integridad de esas masas forestales. El gobierno federal de la primera mitad del siglo XX siguió el ejemplo del conservacionismo estadounidense y decretó dos Parques Nacionales, uno para cada bosque. En ellos está prohibido talar, así como toda actividad primaria, caza, pesca, ganadería, agricultura, etc. Después de aquellos decretos no se volvió a hacer nada por estas islas vegetales hasta la década de los años noventa, que se dotó de guarda parques permanentes para salvaguardar los bosques que nos dotan de agua de lluvia, vital en esta península desértica. Pero la población de Baja California se ha multiplicado y en este siglo XXI se extiende a las zonas rurales, particularmente en la vecindad de los bosques de pinos y encinos. Y la falta de una cultura ambiental propicia un grave conflicto entre humanos y arbolado. Ese conflicto se traduce en tala clandestina e incendios forestales intencionales. Al inicio del presente milenio investigué este fenómeno y publiqué los resultados en la revista especializada en Derecho Ambiental LEX, número 97, julio de 2003. En ella delaté y expuse el perverso círculo vicioso que se define como: “Si no puedo talar, entonces quemo y luego pido permiso para aprovechar maderas muertas”. Y la autoridad federal, con pleno conocimiento del fenómeno, “dejaba hacer, dejaba pasar”. Hoy son delitos por omisión. En la página 37 de mi libro 'En el Reino de Calafia' de 1998, incluí una foto que tomé en 1984, de un camión cargado de troncos de pinos talados ilegalmente en el Parque Nacional Constitución de 1857. Hoy se da la alarmante noticia que los incendios forestales se han incrementado en un 236% y que a ese paso, en menos de 50 años no quedará ni un solo pino silvestre en las islas vegetales bajacalifornianas. Y sin esa masa forestal, no habrá lluvia, ni agricultura, ganadería, industria, turismo, comercio, sin capital natural de nada sirve el capital humano, financiero o tecnológico. Las brigadas contra incendios son meras muestras de lo que deberíamos tener. Les han recortado el presupuesto como lo vimos el domingo pasado. Lo ambiental no importa, está ausente hasta en las campañas. Y pensar que con los 3 mil millones de pesos que el Presidente y su Secretario de Educación despilfarraron para promoverse se pudo haber salvado el capital natural de Baja California. El autor es investigador ambiental independiente.
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