Ecoanálisis
Nada permanece estático. El paisaje urbano comercial de Mexicali ha cambiado del que recuerdo en mi infancia. En aquellos años 50 y 60s, todos los negocios eran de mexicalenses, salvo excepciones. Ahora son de trasnacionales excepto algunos en manos de locales. En mi barrio, el llamado segundo cuadro de la ciudad, el abarrote estaba confinado al Mercado Municipal, en avenida Álvaro Obregón y Calle del Comercio. El nombre de la rúa lo decía todo. En la esquina noroeste de esa misma cuadra estaba la Estación y Garaje Unión de mi padre. Le puso Unión porque vendía la gasolina americana de esa marca Union 76. Después vendimos la marca Shell. Entonces ni soñar con PEMEX, después sólo PEMEX. Ahora otras marcas extranjeras aunque las siga surtiendo PEMEX. Frente al Mercado Municipal, estaba la Botica Mexicali del médico don Bernabé Barreto. Y no había otra hasta el centro de la ciudad, frente a la Escuela Cuauhtémoc, la Botica Cruz Roja de Alonso Esquer. En la esquina sureste de nuestra cuadra estaba la tienda de un chino que nos vendía cohetes. Hoy parece que en cada cuadra hay una gasolinera, un OXXO y una botica. Las farmacias de cadena se multiplican como epidemia. Se acaba de abrir una nueva cadena de seis nuevas farmacias. Pareciera que nuestra falta de salud es el gran negocio para inversionistas fuereños. En mi barrio también estaba por la Obregón, La Estrella Roja, una barbería que decían era de unos comunistas. Quizá por el nombre. Ellos eran varios hermanos de apellido Nuño. Frente al Mercado Municipal estaba la peluquería del Tony y luego la casa de don Pedro Pérez y Ramírez, “Peritus”, amigo de mi padre. A la vuelta de la Botica Mexicali estaba la carnicería El Obrador de la familia Salcido Retamoza. Frente a la Estación Unión estaba otra barbería y el taller del maestro zapatero don Juan, que también era taxidermista. Mi padre y amigos cazadores le entregaban sus trofeos para que los preparara. Don Juan también fabricaba zapatos y botas de campo. En mi pequeño barrio había todo lo necesario para vivir feliz. Caminando podíamos ir a todos los cines, excepto el Mexicali que estaba en Pueblo Nuevo. Pero el Rex, Bujazán, Iris, Cali, Reforma, Variedades, Venus y el Cinema Curto estaban a cuadras de casa. Si queríamos aventura, explorábamos los montes de cachanilla, tule y pinillo del Dren 134, que nos separaba de La Jabonera, hoy Centro Comercial La Cachanilla. Nos estaba prohibido ir a los barrios peligrosos de Pasadina y Bella Vista, del otro lado de la vía del tren, pues no existía el bulevar López Mateos. Solamente acompañando a los mayores cuando visitaban las tumbas del Panteón Municipal cruzábamos el lindero férreo. Supongo que todos aquellos negocios mexicalenses tributaban aquí. Hoy las cadenas mercantiles tributan en sus estados sede. Poco a poco así se fue quedando la Hacienda municipal y estatal sin dinero. Poco a poco hemos perdido aquella identidad inicial cachanilla. Supongo que hoy somos otros cachanillas. *- El autor es investigador ambiental independiente.
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