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Dueñez empresaria

La formación de los hijos en el negocio familiar Todo salió bien, menos la preparación de los hijos como sucesores. Es paradójico encontrar empresarios que, habiendo demostrado gran talento en la formación de sus colaboradores, fallan al respecto con sus hijos. Guillermo Gutiérrez, socio fundador de nuestra firma, cuenta la historia de un exitoso empresario. Inició sin recursos, con gran necesidad de triunfo y una fe inquebrantable en su futuro. Su determinación, iniciativa y honestidad le granjearon el apoyo de muchos. Aprendió a hacer equipo con gente trabajadora. Los formó con exigencia, impulsándolos a tomar decisiones y a asumir cada vez mayores responsabilidades. Los alentó a tomar riesgos y a responder por las consecuencias de sus actos. Cuando llegó el momento, supo a su vez alentar a los que quisieron correr su propia aventura empresarial. Sin embargo, la historia con sus hijos tomó otros caminos. Ellos estudiaron en las mejores escuelas. Cuando fueron a trabajar a la empresa se les trató con privilegios: cargos para los que no estaban preparados, sueldos y prestaciones superiores, disponer de activos de la empresa a capricho y, por si fuera poco, se les prometió que heredarían acciones y otros bienes que les permitirían vivir sin complicaciones. Este padre, con un amor ciego, se desbordó en favorecer a sus hijos sin conciencia del daño que les hacía: les dio de más sin pedir nada a cambio. Creyó que habrían de ser competentes para los cargos conferidos. Con la globalización nuestro amigo enfrenta hoy una competencia que nunca advirtió. El negocio necesita una nueva orientación estratégica. El capital se está consumiendo debido a los retiros que hace la familia de utilidades que aún no se generan. Nuestra última conversación se centró en el tema de la sucesión. No encontramos en los miembros de la familia a ninguno con las agallas y competencias empresariales requeridas para hacerle frente a la compañía. Todos aspiran secretamente a ser el elegido, luchan, compiten, se desacreditan. Cada uno busca ganar la preferencia del padre. Este caso nos hizo reflexionar sobre algunas ideas que quisimos compartir con otros líderes de empresas familiares. Las empresas surgen, crecen y permanecen cuando hay un verdadero empresario, un líder con coraje, con una visión de conquista. Sin él no hay proyecto. Ese líder, si de veras quiere crecer en grande, ha de tener la humildad de saber que solo no podrá lograrlo. Necesitará armar un equipo de gente talentosa que lo complemente y lo acompañe en sus conquistas. El líder del negocio familiar ha de enfrentar la formación de los hijos como un capítulo de absoluta prioridad, habilitándolos para la vida y, en su caso, para la sucesión. Tal formación abarca varias enseñanzas: Querer. Que se atrevan a soñar, ambicionar y luchar por sus propios proyectos. Decidir. Que sepan elegir y afrontar las consecuencias de sus actos. Trabajar. Que sepan lo que es asumir un compromiso, tomar una responsabilidad, ganar el dinero. Emprender. Que tomen sus propias iniciativas, decisiones y riesgos. Hacer equipo. Que conozcan de la integración, conciliación y negociación de intereses; y del respeto a las reglas, para que puedan conformar organizaciones y sociedades. Reconocer su propio camino. Que sepan que su futuro no debe estar necesariamente ligado al negocio de la familia; que su propia felicidad es lo que cuenta, y que ésta es su decisión. Ubicarse en su realidad. Que reconozcan que su futuro será lo que ellos construyan; que en la empresa se les exigirá y remunerará como a cualquier otro colaborador en el cargo. Sólo quien haya demostrado talento será formado para la sucesión. Las acciones de la empresa son del empresario y él dispone de ese patrimonio a su elección. Mi amigo tendrá que precisar sus planes para a la permanencia de su negocio y la participación de sus hijos. El camino más viable podría ser vender la empresa, asegurar independencia financiera personal y disponer de una masa patrimonial para apoyar a los hijos en sus proyectos; o quizá dejarlos solos para que enfrenten su realidad y busquen su propio camino. ** El autor es Presidente y Socio Fundador de Cedem.

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