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Diálogo empresarial

Un nuevo torbellino El mundo o cuando menos los Estados Unidos, hace un viraje al pasado, vuelve la vista a fórmulas añejas en busca de soluciones para problemas modernos, contemporáneos, complejos y de difícil solución. Con ese modo de pensar nos enfrentamos ahora a un hecho consumado y de inmediata aplicación: la reforma fiscal en los Estados Unidos y, ahora sí, tenemos que reaccionar como país y elaborar una verdadera reforma hacendaria, es decir, no sólo por ajustar impuestos sino por la forma en que se elaboran los presupuestos públicos y más importante aún, la manera en que gasta el gobierno pues al ritmo que lo hace no habría ingresos que alcancen. Enfatizo en lo último, el gasto público: no podrá ser una fórmula de crecimiento. A partir del próximo mes -enero del 2018- habrá de asegurarse que la inversión gubernamental sea productiva y que repercuta favorablemente en el resto de la economía; que el comportamiento del consumo público se recomponga a favor del consumo privado; que dicho consumo privado no se base en el crédito; que la inflación no se dispare (cerraremos este año en un 6.8%) y que se mantenga la estabilidad macroeconómica. Me pregunto, ¿se podrá hacer todo esto en un año electoral que, además es complejo en las plataformas y propuestas que plantean los candidatos más visibles? ¿Se podrá reorientar el enorme gasto de las campañas, a un gasto social, a salud, a educación, a infraestructura?. Pregunta que generan inquietudes. Por eso, además de la reforma fiscal estadounidense, pido a quienes están leyéndome que recuerden algunos de los planteamientos que hizo el presidente de nuestro vecino país en relación con temas económicos: a) Reforma fiscal: una rebaja general de impuestos, simplificando el sistema para reducir los tramos del impuesto para los individuos en función del nivel de renta, así como reducciones a los impuestos para las empresas. b) Inversiones públicas para crear empleo y elevar la productividad, con participación privada en infraestructura (carreteras, puentes, túneles, aeropuertos, energía, telecomunicaciones, escuelas y hospitales) por hasta un billón de dólares al año dos mil veinte. c) Proteccionismo –o como lo denomina el mandatario, justo-, para revertir la deslocalización industrial estadounidense; seguirá en su mira reformar a modo el TLCAN y junto a ello presionar para que cambien los lineamientos de la Organización Mundial de Comercio bajo el argumento de que grandes exportadores como China están jugando chueco. Si tomamos en serio el impacto de esa reforma iscal y de los argumentos anteriores, los sectores más perjudicados serían los que estén relacionados con la exportación; para quien escribe, las IMMEX. El enfoque de esta empresas ya no será únicamente priorizar el TLCAN y los elementos aduaneros y arancelarios para tener acceso al mercado de sus otros dos socios; tampoco considero lo será la volatilidad en el tipo de cambio: el verdadero reto será ser competitivas, ser atrayentes de inversión extranjera, de capturar contratos para manufactura de exportación y también para consolidarse como centros de reinversión de utilidades. Sin duda el año 2018 será uno en el que deberán darse cambios, de replantear e buen uso de los ingresos y los gastos, de proponer mecanismos para mantener la estabilidad nacional y además de fomentar la competitividad. * El autor es Presidente de Index Mexicali y Director de Recursos Humanos para LatinAmérica en Newell Brands.

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