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Desde otra patria

Solo vi a John McCain tres veces en mi vida, fue esporádicamente y en eventos públicos, a veces capturando su rostro detrás de mí cámara. Lo veía así, como un personaje de la vida política, un senador con arraigo en Arizona, y un republicano de mente abierta, detractor acérrimo de Donald Trump, pero con un corazón conservador. Imposible no reconocer su carrera política, fue senador durante seis periodos, candidato presidencial en el 2008, prisionero de guerra, un defensor de la fuerza militar de Estados Unidos y un orgullo para los arizonenses. Como dijo el gobernador de Arizona, Doug Ducey durante la ceremonia de su despedida en el Capitolio Estatal: “Imaginar a Arizona sin John McCain es como imaginar a Arizona sin el Gran Cañón”. El senador John Sidney McCain murió a las 4:28 pm del 25 de agosto del 2018 a los 81 años. La noticia de su deceso se regó como pólvora y ocupó los primeros titulares de la prensa internacional. Como periodista lo primero que se me vino a la mente es empezar a proponer a mi editor la cobertura sobre los servicios, ceremonias y funerales del político. Lo vi como un trabajo más, así como me ha tocado cubrir elecciones, temas migratorios y notas del día. Aun no tenía una idea de lo que significaría su pérdida para Estados Unidos. En esta parte me incluyó porque vivo aquí desde hace cuatro años, y les explicó qué es lo que me develó McCain con su muerte del país que me adoptó como inmigrante. Sucede que cuando uno emigra a otro país, más si lo haces a una edad adulta, como es mi caso, el arraigo de tus tradiciones, cultura e idiosincrasia son casi imposibles de remover. Primero llega el choque cultural, te enfrentas a un idioma nuevo, una economía distinta, otras formas de pensar y un sistema político diferente. Te sucede que cuando estas en un partido de beisbol y escuchas el himno estadounidense, te paras por respeto, pero no te palpita el corazón como cuando oyes el himno mexicano. Cuando emigras, vas tras los mercados donde venden los productos mexicanos buscando estar más cerca del sabor de la comida de la abuela, rastreas los horarios de las misas en español y compras tus boletos cuando sabes que habrá una “noche de baile latino” en algún club de “down town”. Te encantan las fechas especiales como “Thanksgiving”, “July 4”, “Labor day” porque son días feriados, y además porque tienes algunos amigos americanos maravillosos que te invitan a compartir sus festejos, pero tu corazón sigue siendo de México. Si a esto le añades que Arizona es reconocido como un epicentro migratorio internacional, así que como una periodista latina mi enfoque es inmigración, que abarca las muertes de los indocumentados, los abusos que sufren a manos de la policía fronteriza, la separación de familias, la lucha de los ‘Dreamers”, las condiciones inhumanas de los albergues que alojan a los menores inmigrantes, etc etc. Todas estas noticias te van formando un concepto “duro” de lo que es Estados Unidos para los inmigrantes. Pero resulta que Estados Unidos es mucho más que la retórica antinmigrante de un presidente, hay hombres con ideales sólidos y un patriotismo feroz que te hacen entender y comulgar con su patria. La devoción y agradecimiento que mostró la gente de Arizona para McCain, me hizo ver otro Estados Unidos, me hizo ver un país que reconoce a los líderes que entregaron su vida por una nación. La gente se acercaba con ofrendas florales, cartas de agradecimiento, solitarios solistas entonaban canciones en su honor. Un respeto pulcro se vivió en su funeral y miles de personas hicieron fila bajo los intensos rayos del sol de agosto para darle el último adiós al que consideraba su “héroe estadounidense”. Su ceremonia religiosa y la final en Arizona fue un mosaico de culturas poblado de personajes de la vida política, del deporte, cultural y social. Al concluir los servicios la piel se me erizó cuando escuché la canción “My Way” de Frank Sinatra, despidiendo el féretro del senador. La Guardia Nacional y la Marina de los Estados Unidos esperaban sus restos en el aeropuerto Sky Harbor de Phoenix. Durante mi cobertura periodística pude apreciar como un centenar de oficiales se mantenían estoicos bajo los rayos del sol del mediodía. Y cuando el avión surcó lo cielos rumbo a Washington, despidiendo por última vez a McCain de su querida Arizona, me palpitó el corazón. En ese momento pensé: “ya soy un poquito más de aquí”.

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