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Desde otra patria

Hubo una vez una gran maestra: Flora C. de Grosso Cuando era niña, mi abuela Esther me hablaba amorosamente de su madre Flora, quien fue una maestra con una vocación infinita y, me relataba que aun estando muy enferma, nunca dejó de preguntar por sus alumnos. Sus palabras no estaban influenciadas por su amor de hija, en verdad mi bisabuela fue una gran profesora que marcó una huella imborrable en la historia de la docencia del estado. Su nombre completo era Flora Cristina Castro Heras y nació un 24 de julio de 1892 en La Paz Baja California Sur, y fue la penúltima de siete hijos, producto del matrimonio de Isabel Heras y Juan Castro, quien pertenecía a las familias más prominentes del sur de la península. En Mexicali Flora era conocida como la profesora Grosso, este apellido lo adquiere al casarse con mi bisabuelo Ángel Grosso Peña, de ascendencia italiana. Investigando sobre su vida, descubrí que Flora mostró interés por la docencia desde pequeña, por lo que ingresó a la escuela Normal de La Paz, donde concluyó sus estudios a principios del siglo XX, con el máximo reconocimiento por parte del Presidente de la República, en ese entonces Porfirio Díaz. Sus estudios dieron frutos rápidamente, y en febrero de 1906 recibió un documento que la autorizaba para desempeñarse como maestra de primaria elemental en la Paz. A mediados de 1910 sería transferida a Santa Águeda, localidad situada a 15 kilómetros al norte de Santa Rosalía, un poblado que aunque pequeño fue muy importante para la vida de la naciente población minera, porque suministraba agua de manantiales a Santa Rosalía. Flora lo asumió como su vocación, y no le importó dejar atrás el bienestar que te brinda la familia e iniciar esa larga travesía, que al final de sus vidas, la llevaría a consolidarse como uno de los pilares de la educación en Mexicali. En 1912 es requerida por el Gobierno del Distrito Norte, lo que hoy es nuestro Estado, fecha que la marcaría por siempre, pues al cruzar el paralelo 28 entregaría su esfuerzo y dedicación a estas tierras bajacalifornianas. En esos tiempos, las condiciones eran adversas, pero estos factores no inhibieron su ímpetu de continuar su formación como maestra, es así como emprendió un largo recorrido hasta llegar al poblado de San Telmo, aledaño a San Vicente Ferrer, hoy municipio de Ensenada. Contaba con 20 años de edad y en esos tiempos tenía que trasladarse en carretas por los caminos agrestes, para llegar a su destino e iniciar con la labor de instruir a los niños de tan alejadas poblaciones. Permaneció dando clases en San Telmo por un periodo de más de dos años, ya que el 5 de abril de 1915 recibió un oficio por parte del Coronel Jefe Político del Territorio Norte, Esteban Cantú, el que expidió en Mexicali y le otorgaba el Nombramiento de Directora de la Escuela de El Rosario. Para 1921 Flora continúa su carrera docente, y entra a dar clases en la escuela Cuauhtémoc. La profesora Grosso abre un nuevo capítulo en su vida, y a sus 31 años, pasa a formar parte de la primera planta docente de la escuela Leona Vicario, la que fue inaugurada formalmente el 1 de abril de 1924. Muchos recuerdan su etapa como la profesora estricta y entregada a su vocación, pero pocos conocen la historia de la mujer, la poeta, la soñadora, esposa dedicada y madre de cuatro hijos, a los que formó con rectitud y cariño. Flora se vio atraída por la poesía desde pequeña, y dedicaba varias horas del día a escribir en su diario que guardaba celosamente, actualmente se conserva un libro de pasta roja, con las hojas teñidas de sepia, donde se leen con sutil dulzura sus poemas. Luego, sucede algo inesperado, muere el 4 de abril de 1952, con apenas 60 años de edad, a causa de un mal hepático. Cuentan, que agonizante, la profesora seguía preguntando por sus alumnos, rodeada de su esposo Ángel, y de sus cuatro hijos, pronunció sus últimas palabras: “Si Dios me permitiera tan sólo un día más, para regresar a El Rosario”. A petición de sus alumnos y la planta docente, fue velada en el Salón de Actos de su querida escuela Leona Vicario; una gran cantidad de ofrendas florales adornaban su féretro, y una escolta de alumnos la encaminaron hasta la Catedral de Mexicali, donde le dieron el último adiós. Como legado de ese gran amor que manifestó en pro de la enseñanza, se edificó una escuela llamada “Flora C. Grosso”, en el Ejido San Luis Potosí, Municipio de Mexicali, el más grande reconocimiento que puede recibir una gran maestra. *Corresponsal en Arizona y Nuevo México de la Agencia de Noticias Efe @BetyLimon16

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