De historia y algo más
Según Jean Jacques Rousseau, el gobierno tuvo su origen en el propósito de encontrar una forma de asociación que defienda y proteja la persona y la propiedad de cada cual con la fuerza común de todos. Gobierno proviene de la palabra griega Kubernao, que quiere decir “pilotar un barco” o “capitán de un barco”, refiriéndose en ese sentido a ejercer el control y la dirección sobre algo. El gobierno es un elemento esencial del Estado, integrado por aquellas instituciones e individuos a los que el ordenamiento jurídico confía la potestad de organizar, representar y regir al propio Estado. El gobierno le permite a las sociedades construirse en cuerpos políticos, de voluntad y acción. En el Derecho público se entiende por Gobierno al conjunto de órganos y funciones que existen en el Estado. Tales órganos son: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Es la capacidad del Estado para alcanzar sus propios fines. Este término se aplica tanto a los gobiernos de los estados nacionales y sus municipios. Según los filósofos, el humano es un animal racional y por eso se prefiere someterse al gobierno de un Estado que vivir en una anarquía. Los primeros ejemplos de un sistema político para gobernar son la civilización sumeria en 5,200 a.C. y la del Antiguo Egipto en 3,000 a.C. La palabra gobierno no tiene el mismo significado ni igual alcance en todos los países. En Europa y en los sistemas llamados parlamentarios (sean republicanos o monárquicos), se considera que el gobierno es el Poder Ejecutivo; se excluye el Poder Legislativo y el Judicial. Así, al Primer Ministro se le denomina Jefe de Gobierno, mientras que en los países americanos, de regímenes presidenciales, el gobierno lo forman los tres poderes antes citados. Todos los gobiernos tienen por misión gobernar; sin embargo, no todos asumen idéntica forma. Es así como encontramos que desde la antigua Grecia existe preocupación por clasificar las formas de gobierno. De esta manera se hizo y surgió la monarquía (gobierno de uno solo o absolutismo), la aristocracia (gobierno de los ricos y poderosos) y la democracia (gobierno de la mayoría “del pueblo” o de los hombres libres). Estas últimas persiguen el bien común, el interés y bienestar de los gobernados, son unas formas naturales o puras de gobernar, de igual manera existen formas anormales o impuras, donde se busca el provecho personal y el bienestar de los gobernantes, ninguno piensa en la justicia y reina la corrupción. Entre ellas se encuentran el absolutismo, la tiranía, la oligarquía y la demagogia. Luis XIV de Francia es considerado por los historiadores como un arquetipo del absolutismo en el cual el poder reside en una única persona, a quien deben obedecer todas las demás, sin rendir cuentas al Congreso ni al pueblo. En los principios básicos del absolutismo, el poder es de carácter divino, el presidente tiene un trato paternal con el pueblo, su autoridad es absoluta, él es la ley. México ya no debe tener un presidente con el poder absoluto sea del partido que sea, la historia ya demostró lo peligroso que es, no volvamos a caer en ese error, nuestro país necesita un presidente que no tenga el Congreso de la Unión mayoritario, no lo permitamos. El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.
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