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Columna Huésped

Carlos Fuentes, tres aniversarios En el 2018 tres aniversarios se celebran en el ámbito de la literatura nacional: los 90 años del nacimiento de Carlos Fuentes (1928-2018), los 60 años de la publicación de La región más transparente (1958) y los 40 años de la publicación de su novela La cabeza de la hidra (1978). Hay que recordar que Carlos Fuentes nació en Montevideo, Uruguay, por azares de la vida diplomática de su padre, entonces embajador de este país sudamericano. Dotado de una educación cosmopolita, nuestro autor se volverá un lector voraz y un escritor impulsivo y tenaz que, para 1954, publica su primer libro, Los días enmascarados, donde reúne cuentos de terror, de misterio y de ciencia ficción. Las tramas de suspenso y paradoja, donde lo policiaco aflora en forma sesgada, irán apareciendo en sus obras de tema social, histórico o fantástico. Eduardo Mejía ha hecho una semblanza de Carlos Fuentes y de las características de su escritura. Mejía afirma que desde La región más transparente (1958), su primera novela y la que va a ponerlo en el candelero de la literatura latinoamericana, Fuentes “adapta métodos periodísticos, mezcla verdad y ficción, utiliza la historia como un personaje más y antes que contar un argumento pinta un fresco del país y, sobre todo, de la Ciudad de México, por medio de actitudes sociales, políticas y lingüísticas de sus protagonistas”. Hacia mediados de los años 70, después de publicar obras monumentales como La muerte de Artemio Cruz (1962), Cambio de piel (1965) y Terra Nostra (1975), Fuentes se toma un respiro después de terminar la escritura de Terra Nostra, una novela épica y mitológica que une en una sola fórmula alquímica las aportaciones culturales de Europa con las novedades del Nuevo Mundo, para crear una obra cósmica de casi 800 páginas. Pero sus vacaciones traen una sorpresa, ya que nuestro autor, como antes Graham Greene lo había hecho en situaciones similares, decide escribir un divertimento, una novela de acción que se mueve por el gozo de la aventura antes que por la experimentación del lenguaje. La cabeza de la Hidra (1978) fue una novela que le devolvió a Fuentes no sólo el favor del público, sino el reconocimiento unánime de la crítica: de nuevo su literatura había logrado el equilibrio entre sensibilidad e inteligencia, entre tono y trama. Es evidente que esta última novela está en deuda con los conflictos políticos y las polaridades ideológicas de su tiempo: la crisis petrolera posterior a la guerra árabe-israeli de 1973, la lucha despiadada en suelo mexicano entre la CIA y la KGB, el echeverrismo que propugnaba una tercera vía política y un nacionalismo a ultranza, y el descubrimiento de que en la plataforma marítima del golfo de México existían enormes reservas petrolíferas, son los materiales visibles con los que nuestro narrador elabora su novela de suspenso. No se olvide que de niño a Fuentes le tocó ver a su padre, Rafael Fuentes, diplomático del servicio exterior mexicano, defender en foros internaciones la expropiación petrolera (1938), decretada por el presidente Lázaro Cárdenas para recuperar esta riqueza en aras de que fueran los propios mexicanos quienes se beneficiaran con ella. Con obvias deudas a la obra última de Rafael Bernal y a los thrillers de autores ingleses como Graham Greene y John Le Carré, La cabeza de la Hidra, como lo señala Eduardo Mejía, es, entre muchas otras cosas, una “defensa de la independencia económica mexicana, divertimento sobre los peligros que acechan al país por culpa de los imperios obstinados en aprovecharse de nuestro petróleo, mezcla de novela policial con la de espionaje”. Y una mezcla que funciona a la perfección gracias a que su protagonista, Félix Maldonado, es un agente secreto mexicano que, por más internacional y cosmopolita que se comporte, no deja de habitar las limitaciones de un país como el nuestro. En este México, no se puede confiar en nadie, ni bajar la guardia aunque uno ande en un democrático pesero. Todos los personajes son otra cosa: no lo que aparentan. En tal sentido, La cabeza de la Hidra es una auténtica novela policiaca no por la índole de sus investigaciones sino porque en ella la verdadera protagonista es la paranoia: todos son el enemigo: amigos y adversarios por igual, políticos y periodistas, funcionarios públicos y empresarios. De ahí que todos son espiados para saber de antemano sus intenciones. ¿No les recuerda eso al México actual? * El autor es escritor y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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