Controlar la presión arterial puede reducir el riesgo de demencia, incluso con predisposición genética
Un estudio de la Universidad de Yale indica que el riesgo de demencia no depende solo de la genética.

CIUDAD DE MÉXICO.- El riesgo de desarrollar demencia va mucho más allá de la herencia genética. Una investigación reciente de la Universidad de Yale muestra que cuidar la salud vascular, en especial mantener controlada la hipertensión arterial, puede reducir de forma significativa la probabilidad de deterioro cognitivo. Esto aplica incluso en personas con predisposición genética a enfermedades neurodegenerativas.
El hallazgo envía un mensaje claro y útil para la población: atender factores que sí pueden modificarse es clave para proteger el cerebro y mantener la calidad de vida a largo plazo.
Qué papel juegan la genética y el cerebro
La demencia, y en particular la enfermedad de Alzheimer, es uno de los mayores retos de la medicina actual. Está bien documentado que ciertos genes, como la variante ε4 del gen APOE, aumentan el riesgo. Sin embargo, la ciencia también ha demostrado que las lesiones vasculares del cerebro influyen de forma directa en el deterioro cognitivo.
El equipo de la Facultad de Medicina de Yale se propuso analizar cómo interactúan estos dos caminos: la predisposición genética y el daño cerebral asociado a factores vasculares.
Qué es la hiperintensidad de la sustancia blanca
Para su análisis, los investigadores estudiaron la presencia de la variante ε4 del gen APOE y el daño cerebral conocido como hiperintensidad de la sustancia blanca (HSB). Esta lesión puede detectarse mediante resonancia magnética y suele relacionarse con hipertensión persistente y daño progresivo en los pequeños vasos sanguíneos del cerebro.
La HSB es considerada un marcador importante de vulnerabilidad a la demencia, ya que incrementa el riesgo de deterioro cognitivo incluso antes de que aparezcan síntomas evidentes.
Qué encontró el estudio de la Universidad de Yale
El estudio utilizó datos de grandes cohortes, como el estudio sobre el riesgo de aterosclerosis en comunidades y el Biobanco del Reino Unido. Esto permitió analizar información de decenas de miles de personas durante varios años.
Los resultados mostraron que quienes presentaban niveles altos de HSB y además portaban la variante APOE ε4 tenían mayor probabilidad de desarrollar demencia que quienes no tenían ninguno de estos factores.
Sin embargo, los investigadores aclararon un punto clave. Según Adam de Havenon, profesor asociado de neurología y autor principal del estudio, los efectos de la genética y el daño vascular son independientes. “Cada factor suma a su propio riesgo, en lugar de multiplicarse entre sí”, explicó. Y añadió: “Incluso si has tenido una mala suerte genética con APOE ε4, no estás destinado a padecer demencia. El componente vascular es modificable”.
Por qué la salud vascular sí puede marcar la diferencia
El estudio resalta la importancia de atender condiciones comunes y prevenibles, como la presión arterial alta y la diabetes. Estas enfermedades influyen directamente en la aparición y progresión de lesiones cerebrales asociadas a la demencia.
El control médico regular y el tratamiento oportuno pueden reducir o retrasar el daño neurológico, incluso en personas con antecedentes familiares. De Havenon lo resume así: “Si tienes APOE ε4 y no cuidas tu salud vascular, estás en un grupo de alto riesgo. Sin embargo, tener el genotipo APOE ε4 no implica necesariamente desarrollar demencia”.
Hábitos cotidianos que protegen el cerebro
Las revisiones médicas periódicas, una dieta equilibrada, la actividad física regular y evitar el tabaco son estrategias básicas para cuidar la salud vascular y cerebral. Estas acciones no requieren tecnología avanzada y están al alcance de la mayoría de las personas.
El enfoque del estudio es utilitario: reducir factores de riesgo conocidos puede tener un impacto real en la prevención del deterioro cognitivo.
Diagnóstico temprano y oportunidad de prevención
El diagnóstico temprano de la hiperintensidad de la sustancia blanca, posible gracias a las resonancias magnéticas, abre una ventana de oportunidad para intervenir antes de que aparezcan síntomas cognitivos. Esto permite diseñar estrategias de prevención personalizadas y aumentar las probabilidades de retrasar el deterioro.
La evidencia sugiere que actuar a tiempo puede cambiar el curso de la enfermedad.
Una conclusión clara para el lector
La principal conclusión del estudio de la Universidad de Yale es directa: la demencia no es un destino fijo. El control de los factores vasculares depende en gran medida de cada persona y puede modificar de forma significativa el riesgo de deterioro cognitivo.
Cuidar la presión arterial, controlar la diabetes y mantener hábitos saludables son decisiones que pueden marcar la diferencia. Estos hallazgos refuerzan una idea central: frente al riesgo de demencia, la prevención sigue estando al alcance y no todo está escrito en los genes.
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