Nazareth Castellanos, neurocientífica: “La plasticidad cerebral cambia de calidad a los 70 años, pero surge una forma de sabiduría esculpida por el tiempo que permite ver conexiones donde otros no las perciben”
El cerebro a los 70 años no es un sistema fallido; es un órgano que ha priorizado la experiencia y la estabilidad sobre la urgencia.

Llegar a la séptima década de la vida suele traer consigo una percepción distinta del entorno y de uno mismo.
Es común notar que los dedos dudan un poco más frente al celular o que esa palabra precisa se queda, por un momento, en la punta de la lengua. Sin embargo, lejos de ser una señal de alarma, estos cambios representan una evolución biológica natural.
De acuerdo con las investigaciones de la doctora Nazareth Castellanos, reconocida física y neurocientífica española, el cerebro a los 70 años no es el mismo que a los 40, pero esto no implica una tragedia.
A través de su plataforma de divulgación Cerebro y Alma y sus libros como Neurociencia del cuerpo, la especialista explica que, si bien el volumen cerebral y la velocidad de procesamiento disminuyen, surge una forma de sabiduría esculpida por el tiempo que permite ver conexiones donde otros no las perciben.
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¿Por qué el cerebro cambia de ritmo?
Según recogió un artículo de Infobae, a partir de los 70 años, el cuerpo experimenta una reducción gradual del volumen cerebral, especialmente en el córtex prefrontal. Esta zona es la encargada de la planificación, la toma de decisiones y la atención sostenida.
Además, la mielina —la capa protectora de nuestras fibras nerviosas— comienza a desgastarse, lo que altera la comunicación entre neuronas.
Este proceso físico explica por qué a veces nos cuesta seguir una conversación muy rápida o procesar información nueva de forma inmediata.
Como señala la doctora Castellanos, “no es falta de inteligencia, es un cambio en la velocidad de procesamiento”. El cerebro ahora prioriza la profundidad sobre la rapidez.
Los desafíos de la memoria reciente
El hipocampo, el centro de nuestra memoria, se vuelve más selectivo. Es fascinante cómo una persona puede recordar con nitidez el aroma de un jardín de hace cincuenta años, pero olvida dónde dejó las llaves hace diez minutos.
Esto ocurre porque la generación de nuevas neuronas disminuye, haciendo que la consolidación de memorias recientes sea menos eficiente.
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La clave aquí es la calidad de las conexiones existentes. Estas pueden fortalecerse mediante la curiosidad y el aprendizaje constante, demostrando que el cerebro sigue siendo plástico y capaz de adaptarse si se le estimula adecuadamente.
Cambios químicos: Menos dopamina, más serenidad
Nuestro cerebro funciona gracias a mensajeros químicos llamados neurotransmisores. Al envejecer, la producción de sustancias como la dopamina (relacionada con la motivación) y la acetilcolina (vital para la memoria) desciende.
- Impacto en la energía: Puede sentirse menos iniciativa para iniciar proyectos nuevos.
- Niebla mental: El pensamiento puede sentirse menos claro, como si atravesara una capa de algodón.
- Regulación emocional: Curiosamente, esto también trae beneficios. La amígdala, que gestiona las emociones intensas, se vuelve menos reactiva, lo que suele traducirse en una mayor estabilidad y serenidad emocional.
El descanso y la protección del sistema nervioso
El sueño también se transforma. La producción de melatonina baja y el “reloj interno” se vuelve menos estable, acortando las fases de sueño profundo.
Dado que el sueño es esencial para limpiar toxinas y consolidar recuerdos, su falta puede crear un ciclo de ansiedad y fatiga.

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Otro factor invisible, pero crucial, es la barrera hematoencefálica, que se vuelve más porosa.
Al permitir el paso de más sustancias de la sangre al tejido nervioso, el cerebro se vuelve más vulnerable a la inflamación. Por ello, cuidar la alimentación y el ejercicio no es solo una cuestión estética, sino una estrategia de defensa para la salud mental.
Herramientas prácticas para el día a día
Entender estos cambios permite dejar de juzgar al cerebro y empezar a apoyarlo.
La doctora Castellanos sugiere que el cerebro a los 70 “necesita estructura y compasión interna”.
Aquí algunas estrategias útiles:
- Simplifique su entorno: Use listas, alarmas y rutinas predecibles para compensar la dificultad de dividir la atención.
- Divida las tareas: Si un proyecto parece abrumador, divídalo en pasos pequeños para no agotar la energía de reserva.
- Cree rituales de sueño: Mantenga horarios regulares y reduzca estímulos antes de dormir para mejorar la calidad del descanso.
- Estimule la curiosidad: Aprender algo nuevo, aunque tome más tiempo y repetición, crea nuevos caminos neuronales.
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¿Es normal o es enfermedad?
Es natural sentir temor ante los olvidos, pero es fundamental distinguir el envejecimiento típico de una patología:
- ¿Es normal olvidar nombres? Sí, es un fenómeno de recuperación léxica. El cerebro tiene la información, pero el camino para llegar a ella es más lento.
- ¿Cuándo debo preocuparme? “Olvidar dónde dejaste las llaves es normal; olvidar para qué sirven las llaves no lo es”, aclara la especialista. La demencia interfiere con la autonomía, mientras que el envejecimiento normal solo cambia el ritmo.
- ¿Qué es la reserva cognitiva? Es el “ahorro” de conexiones que acumulamos al leer, aprender idiomas o enfrentar desafíos. A mayor reserva, el cerebro resiste mejor los daños biológicos.

El cerebro a los 70 años no es un sistema fallido; es un órgano que ha priorizado la experiencia y la estabilidad sobre la urgencia.
Como bien dice la doctora Castellanos:
La lentitud puede ser profundidad y la selectividad de la memoria puede ser sabiduría sobre lo que realmente importa”.
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