ESTADOS UNIDOS-. Un video difundido en redes sociales dejó boquiabiertos a miles de usuarios luego de que una influencer protagonizara una escena poco común dentro de un gimnasio, convirtiéndose rápidamente en tema de conversación y polémica.

En la grabación, la joven aparenta estar realizando su rutina habitual entre las máquinas, sin llamar demasiado la atención.

Viste una chamarra oscura, audífonos y mantiene una actitud relajada.

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Sin embargo, el detalle que nadie notó al inicio era la clave del momento viral: en la parte trasera de su prenda llevaba impreso un código QR.

Al ser escaneado por algunos curiosos, el código redirigía directamente a una lista de deseos con un carrito de compra activo, donde la influencer había colocado los objetos que deseaba recibir como regalo por parte de sus seguidores.

Lujo, críticas y una escena inesperada

La situación generó una fuerte controversia, ya que muchos internautas señalaron que los influencers suelen percibir ingresos muy por encima del salario promedio, lo que volvió cuestionable la intención de solicitar regalos.

La polémica se intensificó al revelarse que la mayoría de los artículos de la lista pertenecían a marcas de alta gama, con precios que alcanzaban miles de dólares.

Entre los productos destacados se encontraban carteras Valentino, tacones Balmain, lentes Prada, entre otros artículos de lujo.

Esto provocó que varios usuarios la calificaran de materialista y oportunista.

No obstante, el debate tomó un giro inesperado cuando, según el video original, uno de los hombres presentes en el gimnasio —quien además grabó la escena— decidió comprarle en ese mismo momento unos lentes Prada, dejando en duda si todo formaba parte de una estrategia planeada o si se trató de una coincidencia real.

Los comentarios no se hicieron esperar y reflejaron la división de opiniones:

“Qué estupidez”, “¿Es actuado?” y “La menos interesada”, fueron algunas de las frases más repetidas.

El video dejó abierta la interrogante sobre los límites entre la creatividad, el marketing personal y la provocación digital, confirmando que, en redes sociales, cualquier detalle puede convertirse en espectáculo.