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Neurociencia identifica a la proteína KCC2 como el ‘interruptor maestro’ que acelera la formación de hábitos en el cerebro, un hallazgo clave de la Universidad de Georgetown para entender y tratar adicciones futuras

Investigadores identifican a la proteína KCC2 como el regulador clave que acelera o frena el aprendizaje asociativo en el cerebro, un hallazgo que explica la base neurológica de los hábitos y abre nuevas puertas para tratar adicciones

Neurociencia identifica a la proteína KCC2 como el ‘interruptor maestro’ que acelera la formación de hábitos en el cerebro, un hallazgo clave de la Universidad de Georgetown para entender y tratar adicciones futuras

Un equipo de científicos ha logrado identificar el mecanismo neurobiológico que funciona como un acelerador en la formación de hábitos, tanto los beneficiosos como los perjudiciales. Según la investigación, publicada en la revista Nature Communicationsy reportada por National Geographic, una proteína específica en el cerebro actúa como un “interruptor” que modula la velocidad con la que asociamos una acción con una recompensa, un proceso fundamental en la creación de rutinas y en el desarrollo de conductas adictivas.

El estudio, dirigido por el investigador Alexey Ostroumov del Centro Médico de la Universidad de Georgetown, se centró en analizar la proteína KCC2. Esta molécula, ya conocida por su papel en el equilibrio de las neuronas, ahora se revela como un catalizador central del aprendizaje por asociación, aquel que nos lleva, por ejemplo, a desear un cigarrillo después de un café.

¿Qué es la proteína KCC2 y cómo actúa de ‘interruptor’?

De acuerdo con la información publicada por National Geographic, la KCC2 regula la actividad de las neuronas que liberan dopamina, el neurotransmisor vinculado al placer y la recompensa. El mecanismo descubierto es similar a un dimmer o regulador de intensidad:

  • Cuando los niveles de KCC2 son altos: La actividad de las neuronas dopaminérgicas es más estable y controlada. El aprendizaje asociativo (crear un hábito) ocurre a un ritmo normal.
  • Cuando los niveles de KCC2 se reducen: La actividad de estas neuronas se dispara y se sincroniza, generando estallidos potentes de dopamina. Esto acelera drásticamente la formación de un vínculo fuerte y rápido entre un estímulo (el estrés) y una acción (tomar una cerveza).
El hábito nocturno que mejora el descanso y disminuye el estrés, según la psicología | Foto: canva

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¿Cómo explica este mecanismo la formación de hábitos y adicciones?

El hallazgo, probado en modelos de tejido cerebral y en experimentos conductuales con ratones, ofrece una explicación física a un fenómeno conductual común. Según el doctor Ostroumov, el abuso de sustancias puede alterar los niveles de esta proteína, permitiendo que las drogas “secuestren” el sistema natural de recompensa del cerebro.

  • Asociación rápida: La liberación intensa y coordinada de dopamina asigna un valor desproporcionado a una experiencia. El cerebro aprende y consolida el vínculo “café + cigarrillo = recompensa máxima” con una sola repetición.
  • Dificultad para romperlo: Una vez formada con este mecanismo acelerado, la asociación se vuelve muy resistente. Por eso, incluso tras dejar de fumar, el estímulo del café solo puede desencadenar el deseo intenso.

¿Qué implicaciones tiene este descubrimiento para el futuro?

Más allá de explicar una curiosidad neurológica, la comprensión del “interruptor” KCC2 abre una vía prometedora para el desarrollo de terapias. El objetivo sería modular este mecanismo para restaurar patrones de aprendizaje saludables y evitar la consolidación de asociaciones dañinas.

  • Posibles tratamientos: El estudio sugiere que ciertos fármacos, como algunas benzodiacepinas, mostraron capacidad para modular esta coordinación neuronal en modelos experimentales, lo que indica un camino a explorar.
  • Enfoque en trastornos: Este conocimiento no solo aplica para las adicciones, sino también para entender trastornos como la depresión o la esquizofrenia, donde los procesos de recompensa y motivación están alterados.

La investigación, cuyos detalles técnicos fueron ampliamente documentados por Carmen Tejedor para National Geographic, representa un avance significativo en la neurociencia del comportamiento, al conectar la función molecular de una proteína con la formación de hábitos complejos en la vida diaria.

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