¿Por qué un simple cambio de hora puede afectar tu cuerpo y mente?
Privación de sueño, hormonas desajustadas y fatiga: la ciencia detrás del malestar tras cambiar la hora.

Cada año, millones de personas experimentan fatiga, irritabilidad y dificultad para concentrarse tras los cambios de hora. Aunque parece algo trivial, este malestar tiene una explicación científica: nuestro reloj interno, perfeccionado durante miles de años de evolución, se ve forzado a adaptarse abruptamente a un horario social que no siempre coincide con la luz del sol. Esta desincronización temporal genera lo que los expertos llaman jet lag social, un fenómeno similar al desfase que sentimos al viajar a través de zonas horarias, pero sin salir de casa.
El ritmo circadiano, regulado por el núcleo supraquiasmático en el cerebro, coordina funciones esenciales como el sueño, la digestión, la liberación de hormonas y el estado de ánimo. Cuando alteramos artificialmente la hora, el cuerpo debe reajustarse, lo que provoca privación parcial de sueño, desincronización hormonal, pérdida de exposición a luz clave y estrés adaptativo. Estos efectos se traducen en somnolencia, irritabilidad, problemas de concentración, alteraciones digestivas y cambios de humor. Niños, adolescentes y personas mayores son especialmente vulnerables, y en los jóvenes el retraso natural en la producción de melatonina agrava los síntomas tras el cambio de primavera.
En algunos países, el problema se intensifica debido a un desfase crónico entre el horario oficial y el solar, especialmente durante el horario de verano, lo que genera un desfase de hasta dos horas con respecto a la luz natural. Esta desalineación constante afecta la salud, el rendimiento y el bienestar general de la población.
La comunidad científica recomienda adoptar un horario fijo durante todo el año, preferentemente el de invierno, que mejor coincide con la luz solar y permite sincronizar el reloj biológico con las actividades cotidianas. Esto ayudaría a reducir la fatiga crónica, mejorar el estado de ánimo y aumentar la productividad.
Mientras el cambio de hora siga vigente, existen estrategias para minimizar sus efectos: ajustar gradualmente los horarios de sueño, exponerse a la luz natural por la mañana, mantener rutinas regulares de comidas y ejercicio, evitar la cafeína y la luz de pantallas por la noche, y permitir que el cuerpo se adapte sin presión.
En conclusión, respetar nuestro reloj interno es clave para la salud física y mental. Vivir en armonía con nuestro ritmo circadiano no solo mejora el descanso y el bienestar emocional, sino que también favorece un desempeño óptimo en la vida diaria. El cambio de hora no es un simple trámite; es una intervención significativa sobre nuestro organismo que merece ser comprendida y, de ser posible, corregida a favor de nuestra biología.
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