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Consumir alimentos con moho puede ser más peligroso de lo que parece, advierten especialistas

La presencia de moho en los alimentos puede representar riesgos serios para la salud, ya que algunos hongos y bacterias producen toxinas que no siempre se eliminan con la cocción.

Consumir alimentos con moho puede ser más peligroso de lo que parece, advierten especialistas

CIUDAD DE MÉXICO.- La presencia de moho en los alimentos no solo afecta su apariencia o sabor, también puede representar un riesgo para la salud. La exposición a toxinas y microorganismos presentes en productos deteriorados puede provocar intoxicaciones digestivas y, en casos más graves, daños en órganos como el hígado o incluso alteraciones neurológicas. Según The Washington Post, no existen reglas absolutas para determinar cuándo un alimento mohoso se puede consumir con seguridad, por lo que la decisión de desechar o no un producto puede ser más delicada de lo que parece.

El toxicólogo Brad Reisfeld advirtió que “muchos alimentos en mal estado contienen microorganismos que producen toxinas”, y aunque la cocción puede eliminar algunos microorganismos, no siempre destruye las toxinas que ya liberaron. Por este motivo, confiar únicamente en el calor para hacer seguro un alimento deteriorado no es suficiente.

La diferencia entre una fermentación controlada (como en quesos o pan) y una descomposición peligrosa puede ser difícil de reconocer. Sin embargo, cuando un alimento comienza a generar moho, mal olor o cambios en su textura, se convierte en un potencial vehículo de toxinas microbianas que pueden causar desde molestias digestivas leves hasta enfermedades graves como cáncer hepático.

Moho en granos y frutos secos: el riesgo invisible de las micotoxinas

Los granos y frutos secos son uno de los grupos más vulnerables al desarrollo de hongos capaces de producir micotoxinas peligrosas. Cuando aparecen manchas de moho verde, amarillo, negro o blanco, acompañadas de olor a humedad, puede ser señal de contaminación.

Entre los hongos más conocidos en este tipo de alimentos se encuentran Aspergillus flavus y Aspergillus parasiticus, que producen aflatoxinas, compuestos que pueden unirse al ADN y favorecer mutaciones. Una investigación citada señaló que estas sustancias aumentan el riesgo de cáncer de hígado, especialmente en personas con hepatitis B.

The Washington Post recomienda desechar de inmediato granos y frutos secos con moho, decoloración o mal olor, ya que no existe un nivel seguro de exposición a aflatoxinas. Intentar limpiarlos o tostarlos no garantiza la eliminación del riesgo.

Frutas dañadas y moho: por qué no basta con cortar la parte afectada

En frutas sobremaduras o golpeadas, puede aparecer el hongo Penicillium expansum, responsable del moho azul en manzanas, peras y otras frutas. Este hongo genera patulina, una toxina capaz de dañar proteínas, grasas y el ADN dentro de las células. Su acumulación afecta órganos como el hígado, los riñones y el sistema inmunológico.

Aunque algunas personas suelen cortar la parte con moho para aprovechar el resto de la fruta, esto no siempre es seguro. Las hifas, estructuras filamentosas del moho, pueden penetrar profundamente, distribuyendo toxinas incluso en áreas que se ven aparentemente sanas.

Por ello, la recomendación principal es clara: si la fruta es blanda y tiene moho, lo más seguro es desecharla por completo.

Quesos y carnes: cuándo es posible rescatar y cuándo no

En el caso de los quesos, no todo moho es sinónimo de peligro. Productos como roquefort o stilton se elaboran con mohos controlados. Sin embargo, cuando aparecen manchas de color, textura polvorienta o un olor agrio, puede tratarse de contaminaciones no deseadas.

Para los quesos blandos como ricotta, queso crema o cottage, cualquier rastro de moho es motivo para descartarlos, ya que su humedad facilita la expansión de microorganismos. En cambio, en quesos duros como parmesano o cheddar, se puede cortar al menos 2.5 centímetros alrededor de la zona afectada, sin que el cuchillo toque directamente el moho.

En las carnes, el problema principal no suele ser el moho, sino las bacterias. Algunas especies peligrosas, como Escherichia coli, Salmonella o Campylobacter, pueden provocar infecciones graves y no siempre generan cambios visibles en olor, color o textura. Aunque cocinar reduce la presencia bacteriana, las toxinas que estas bacterias producen pueden permanecer.

Cómo protegerse: señales de alerta y decisiones seguras

Dado que no existe una guía universal para determinar cuándo un alimento mohoso es seguro, la medida principal es actuar con prudencia. Si un alimento presenta olor extraño, manchas, textura viscosa, sabor metálico o alteraciones de color, lo más responsable es no consumirlo.

Esta recomendación es aún más importante para niños, personas mayores y quienes tienen el sistema inmunológico debilitado.

La prevención comienza desde la compra y el almacenamiento:

  • Revisar periódicamente la despensa y el refrigerador
  • Mantener los alimentos en lugares secos y frescos
  • No prolongar la conservación más allá de las fechas recomendadas

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Al final, la regla más práctica es sencilla y efectiva:

Si algo se ve mal, huele mal o sabe mal, debe desecharse.

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