¿Por qué la comida en Estados Unidos es así? Más que un país, un negocio lleno de ultraprocesados y químicos
Quizá, al final, ese sea su verdadero producto de exportación: un modo de vida que se consume a sí mismo, mordida a mordida.

ESTADOS UNIDOS-. “This is not a country, it’s a business.”
La frase, salida de una película de crimen, podría grabarse perfectamente sobre una bolsa de papas o una hamburguesa doble con queso.
Porque si algo describe a Estados Unidos, es esa mezcla de eficiencia, exceso y marketing que convirtió la comida en uno de sus negocios más rentables… y más destructivos.
El imperio de lo rápido
La historia comenzó bien intencionada: tras la Segunda Guerra Mundial, el país se reinventó a sí mismo.
Fábricas que antes producían raciones militares empezaron a fabricar alimentos “modernos”.
Todo debía ser fácil, limpio, instantáneo. Así nació el sueño americano en su versión comestible: una cena congelada, una soda burbujeante y la promesa de que no perderías ni un minuto cocinando.
El resultado fue la cultura del fast food, ese símbolo exportado al mundo que hoy representa libertad para algunos y decadencia para otros.
Las cadenas se multiplicaron más rápido que los árboles: McDonald’s, KFC, Burger King… templos del consumo masivo donde la grasa es religión y el tiempo, pecado.

La ingeniería del deseo
No se trata solo de comida: es diseño sensorial.
Las corporaciones estudiaron cómo funciona el cerebro ante la mezcla precisa de azúcar, grasa y sal.
Descubrieron el “bliss point”, ese punto perfecto en que una mordida genera placer químico. No hay accidente aquí: cada papita, cada galleta, cada frappé fue diseñado para que quieras otro. Y otro. Y otro.

En Estados Unidos, comer no es un acto cultural, es una transacción. Se mastica productividad. Se digiere ansiedad.
Lo “casero” se convirtió en una especie en extinción, reemplazado por el drive-thru y la bolsa para llevar.
“Este no es un país, es un negocio”
Las estadísticas lo confirman: más del 40 % de los adultos estadounidenses vive con obesidad, y sin embargo las empresas de comida rápida registran ganancias récord. El sistema funciona como un circuito perfecto: primero te venden el exceso, luego te venden las medicinas. El capitalismo engorda sus cifras, literalmente.
Detrás del eslogan de “Have it your way” hay una filosofía profunda: libertad sin responsabilidad.
Puedes comer lo que quieras, cuando quieras, aunque te mate lentamente. Es la democracia del azúcar, donde todos somos iguales frente a la caja registradora.

Entre ironía y tragedia
Estados Unidos no es el único país con este dilema, pero sí el más honesto en su contradicción.
En su suelo, la obesidad no es un fracaso del sistema: es parte del modelo de negocios. Y mientras el mundo imita sus hábitos, ellos exportan algo más que cultura pop — exportan su apetito.
Quizá, al final, ese sea su verdadero producto de exportación: un modo de vida que se consume a sí mismo, mordida a mordida.

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