Estas actividades podrían ayudar a tratar el “síndrome del corazón roto”, según expertos
El síndrome del corazón roto, o miocardiopatía de Takotsubo, puede causar graves problemas cardíacos y afectar la calidad de vida, especialmente en mujeres mayores.

CIUDAD DE MÉXICO.- Una crisis emocional puede ir más allá del dolor y las cicatrices en el alma. El llamado “síndrome del corazón roto”, conocido médicamente como miocardiopatía de Takotsubo, puede desencadenar un colapso físico capaz de dejar secuelas permanentes o incluso poner en riesgo la vida. Durante años, esta enfermedad permaneció poco comprendida y sin tratamientos eficaces, afectando principalmente a mujeres mayores y provocando síntomas similares a los de un infarto.
El síndrome del corazón roto: un riesgo real para la salud
Expertos señalan que quienes padecen este síndrome enfrentan un riesgo de muerte prematura hasta el doble respecto a la población general, además de un deterioro significativo de su calidad de vida. A menudo, la miocardiopatía de Takotsubo se oculta detrás de historias de pérdidas, rupturas o situaciones de intenso estrés, permaneciendo en la sombra de la cardiología clásica.
Sin embargo, recientes avances podrían cambiar este panorama. Un estudio presentado en el congreso de la Sociedad Europea de Cardiología en Madrid abre nuevas posibilidades para abordar esta enfermedad, combinando intervenciones psicológicas y físicas que mejoran la función cardíaca y la calidad de vida de los pacientes.
Terapia cognitivo-conductual y ejercicio físico: nuevas esperanzas
El ensayo clínico internacional, liderado por la Universidad de Aberdeen, demostró que la terapia cognitivo-conductual (TCC) y el ejercicio físico pueden tener un efecto positivo en pacientes con síndrome de Takotsubo. La investigación incluyó a 76 participantes, en su mayoría mujeres con una edad promedio de 66 años, quienes se dividieron en tres grupos: terapia cognitivo-conductual, programa de ejercicio físico y atención estándar.
El grupo de TCC recibió doce sesiones semanales personalizadas, mientras que los participantes del programa de ejercicio realizaron actividades controladas como natación, spinning y aeróbico durante doce semanas, aumentando la intensidad progresivamente. Todos los pacientes continuaron con sus cuidados médicos habituales.
Para evaluar el impacto, los investigadores emplearon espectroscopia de 31P, una técnica avanzada de resonancia magnética que analiza cómo el corazón produce, almacena y utiliza energía. Tanto la TCC como el ejercicio físico aumentaron significativamente la energía disponible para la función cardíaca, un efecto que no se observó en quienes recibieron solo atención estándar.
Resultados objetivos y beneficios medibles
El estudio evidenció mejoras concretas: los pacientes que realizaron TCC aumentaron la distancia recorrida en seis minutos de 402 a 458 metros, mientras que el grupo de ejercicio pasó de 457 a 528 metros. Además, el consumo máximo de oxígeno (VO2 máx.), un indicador clave de la salud cardiovascular, se incrementó 15% en la TCC y 18% en el grupo de ejercicio.
El Dr. David Gamble, líder del estudio, destacó la relevancia de estos hallazgos en una enfermedad muchas veces invisible pero grave. Señaló que los pacientes pueden presentar secuelas de por vida, comparables a quienes sobreviven a un infarto, y subrayó la importancia del “eje cerebro-corazón” para intervenir de manera integral.
La Dra. Sonya Babu-Narayan, directora clínica de la British Heart Foundation, coincidió en la relevancia de los resultados. Destacó que la combinación de apoyo psicológico y actividad física mejora no solo la condición física, sino también la función cardíaca de pacientes en momentos de vulnerabilidad emocional.
Perspectivas y limitaciones
El síndrome de Takotsubo está estrechamente asociado a estrés extremo y pérdidas vitales. Hasta ahora, carecía de tratamientos avalados científicamente, y quienes lo padecen enfrentan un riesgo elevado de insuficiencia cardíaca y muerte prematura, así como síntomas persistentes que afectan la vida cotidiana.
A pesar del optimismo que generan los resultados, los expertos recomiendan cautela. El estudio es pionero y tiene limitaciones, por lo que se requieren más investigaciones para determinar si los beneficios observados se traducen en una mejora sostenida de la supervivencia o en la reducción a largo plazo de los síntomas.
No obstante, este avance abre la puerta a un enfoque integral que combina salud emocional y física. Por primera vez, tratar el corazón roto con terapia cognitivo-conductual y ejercicio físico demuestra beneficios concretos y ofrece esperanza a cientos de miles de pacientes.
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