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Procrastinación: causas psicológicas, riesgos y cómo dejar de postergar tareas

Postergar tareas importantes no es un comportamiento aislado ni raro: es, de hecho, una constante en la vida de millones de personas.

Procrastinación: causas psicológicas, riesgos y cómo dejar de postergar tareas

Postergar tareas importantes no es un comportamiento aislado ni raro: es, de hecho, una constante en la vida de millones de personas. En México, estudios recientes indican que aproximadamente el 20% de la población adulta cae con frecuencia en este patrón de conducta. Aunque puede parecer inofensivo, posponer lo urgente termina por convertirlo en una carga más pesada, un obstáculo que crece con el tiempo y con el estrés acumulado.

A menudo se culpa a la pereza, pero reducir la procrastinación a flojera es simplista. Detrás del hábito de posponer se esconden factores emocionales más complejos, entre ellos el miedo, la inseguridad y, especialmente, la ansiedad. Para muchos, el problema no es la tarea en sí, sino lo que esta representa.

Ansiedad: el bloqueo invisible

La especialista en manejo del tiempo Elizabeth Grace Saunders explica que identificar lo que sentimos antes de abordar una actividad puede ser clave para destrabar el proceso. En otras palabras, reconocer que la ansiedad o el perfeccionismo están interfiriendo nos permite actuar antes de que el problema se desborde.

Cuando una tarea parece excesivamente compleja o poco atractiva, es común que el cerebro reaccione evitando el tema por completo. Este “modo de defensa” brinda alivio momentáneo, pero luego se convierte en una fuente de angustia. La fecha límite se aproxima, el estrés crece y el círculo vicioso continúa.

Para romper este ciclo, Saunders propone asumir un rol de apoyo personal. Actuar como si uno fuera su propio asistente implica organizar pequeños pasos previos: reunir información, preparar materiales, ordenar el espacio de trabajo. Estos gestos no sólo reducen la fricción inicial, sino que también disminuyen la carga emocional de empezar.

El miedo al fracaso y la experiencia previa

No siempre evitamos porque no queremos, sino porque tememos repetir errores. Si una tarea fracasó en el pasado o se siente demasiado nueva, es lógico que surja una resistencia interna. En estos casos, buscar orientación externa —desde consultar a alguien con más experiencia hasta apoyarse en herramientas como la inteligencia artificial— puede abrir caminos inesperados.

Revisar lo que salió mal, entender por qué ocurrió y diseñar un nuevo enfoque son pasos fundamentales para recuperar la confianza y avanzar con mayor claridad.

Rebeldía, desinterés y tedio: otros rostros de la procrastinación

La postergación también puede ser un acto silencioso de rechazo. Cuando una tarea se percibe como impuesta, inútil o contraria a nuestros valores, la mente puede resistirse a ejecutarla, aunque sepamos que es inevitable. La escritora Gretchen Rubin sugiere entonces buscar una conexión entre esa obligación y algo que valoramos personalmente, para que al menos tenga un sentido propio.

Por otro lado, tareas aburridas o repetitivas tienden a quedar al final de la lista. James Clear, autor de Hábitos atómicos, recomienda asociarlas con elementos agradables: poner música, escuchar un audiolibro o simplemente hacerlas en un entorno más ameno puede transformar una experiencia tediosa en algo tolerable, indica Xataka.

Darle un giro: competir contigo mismo

Una técnica que gana popularidad es la gamificación, es decir, convertir las tareas en juegos. ¿Cuánto tiempo tardas en responder 10 correos? ¿Puedes terminar ese informe antes de que se acabe tu lista de reproducción favorita? Este enfoque convierte el deber en reto, y el reto en juego. Al modificar la percepción de la tarea, se diluye la resistencia y se activa la motivación.

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