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Tensión global por el plástico: la ONU busca un acuerdo histórico entre intereses enfrentados

La producción de plásticos supera los 413 millones de toneladas al año y apenas el 9% se recicla.

Tensión global por el plástico: la ONU busca un acuerdo histórico entre intereses enfrentados

CIUDAD DE MÉXICO.- La contaminación por plásticos se ha convertido en uno de los retos ambientales más urgentes del mundo. En respuesta, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) coordina la elaboración de un tratado internacional que limite sus impactos. Sin embargo, las negociaciones enfrentan posturas opuestas: mientras la mayoría de los países, junto con científicos y organizaciones, defienden reducir la producción global de plásticos, los petroestados y grandes industrias apuestan por mejorar el reciclaje y la gestión de residuos sin frenar la fabricación.

Negociaciones estancadas y posiciones divididas

Este tratado, impulsado desde 2022 por la resolución 5/14 de la Asamblea de la ONU para el Medio Ambiente, busca convertirse en un hito jurídico como lo fue el Acuerdo de París. El contexto es alarmante: en 2023, la producción de plásticos superó las 413 millones de toneladas, pero solo el 8.7% fue reciclado, según datos de Statista. A pesar de los avances en concientización, el plástico continúa dependiendo en un 90% de materias primas fósiles.

Durante la última ronda de conversaciones en Busan, Corea del Sur, el proceso se estancó por la falta de consenso entre los 177 países participantes. Un pequeño grupo de productores de petróleo y plásticos rechazó limitar la producción, proponiendo un enfoque centrado únicamente en el manejo de residuos. De acuerdo con The Guardian, este bloque petroquímico ha bloqueado avances significativos y promueve un modelo que traslada los costos ambientales a la sociedad.

El dilema de fondo: producción versus reciclaje

Expertos advierten que solo reducir la producción permitirá un cambio real. David Azoulay, del Centro de Derecho Ambiental Internacional, cuestionó que se pretenda resolver el problema con más reciclaje, calificándolo como “pensamiento mágico”. La historia respalda sus palabras: menos del 9% del plástico fabricado en el mundo ha sido reciclado, según la OCDE, lo que demuestra que los sistemas actuales no están a la altura de la crisis.

El debate va más allá de cifras. Científicos y países aliados piden que el tratado imponga límites obligatorios al volumen de producción. Esto responde a estudios que muestran cómo la contaminación por plástico no empieza cuando se desecha, sino desde la extracción del petróleo. Sin embargo, la transición energética también influye: al reducirse la demanda de combustibles, el plástico se ha vuelto una alternativa clave para las petroleras.

Incluso la dirección del PNUMA ha sido criticada. La directora ejecutiva, Inger Andersen, ha sido señalada por organizaciones ambientales por no apoyar con suficiente firmeza la restricción a la producción. Sus declaraciones sobre evitar una conversación “simplista” en torno a los límites fueron mal recibidas por sectores científicos que temen que se diluya el impacto del tratado.

Una crisis global en crecimiento acelerado

La magnitud del problema sigue aumentando. En solo dos décadas, la producción anual de plásticos se duplicó, y para 2040 podría llegar a 712 millones de toneladas. Esta tendencia genera una acumulación de residuos sin precedentes: en 2025, se estima que el planeta producirá 460 millones de toneladas de desechos plásticos, una gran parte de ellos terminará en vertederos, ríos y mares.

La contaminación marina es una de las consecuencias más visibles. En 2023, más de 11 millones de toneladas de plástico llegaron a ecosistemas acuáticos, una cifra que podría triplicarse en menos de dos décadas si no se aplican medidas urgentes. En este contexto, los plásticos de un solo uso y los envases representan los mayores desafíos, por su volumen y baja tasa de reciclaje.

El problema es tan extendido que los microplásticos ya han sido encontrados en lugares extremos como la cima del Everest, y también en organismos humanos, incluidos el cerebro y la leche materna. Esta expansión subraya la necesidad de actuar con rapidez y firmeza, algo que todavía parece lejano en las mesas de negociación.

Presión política, intereses corporativos y retrasos

La última versión del tratado incluye propuestas con medidas obligatorias y otras voluntarias, pero aún hay desacuerdos claves en temas como la producción, el financiamiento y la responsabilidad de los países en desarrollo. La ministra de Medio Ambiente de Francia, Agnès Pannier-Runacher, alertó en junio de 2025: “Montañas de plástico están asfixiando nuestro ecosistema. Este es un momento crucial. No nos rendiremos”.

Pero los obstáculos son grandes. Arabia Saudita, uno de los principales exportadores de petróleo, lidera el bloque que se opone a restringir la producción. Según reportes de The Guardian, este grupo ha frenado el avance del tratado utilizando su influencia, financiamiento y experiencia en negociaciones internacionales para obstaculizar cualquier acuerdo ambicioso.

El entorno de presión no solo viene de gobiernos. Activistas y científicos han denunciado acoso e intimidación durante las sesiones. La ecotoxicóloga Bethanie Carney Almroth reveló haber sido acosada repetidamente en congresos y reuniones por defender una reducción drástica de la producción de plásticos. Esta hostilidad preocupa a quienes buscan que la ciencia guíe el acuerdo.

Lobby empresarial y desconfianza en el proceso

El peso de los intereses industriales ha sido evidente. En la reunión de Busan, hubo 220 lobbistas corporativos acreditados, más que la delegación del país anfitrión y tres veces más que los científicos independientes. Esta influencia ha permitido que algunas empresas accedan a espacios reservados de negociación, lo que ha despertado críticas sobre la transparencia del proceso.

La Coalición de Científicos para un Tratado Eficaz sobre Plásticos (SCEP) denunció que sus aportes han sido ignorados, incluso cuando buscan corregir errores y aclarar malentendidos presentes en informes oficiales. Para ellos, la estrategia usada por la industria recuerda a lo ocurrido con el tabaco: desacreditar la evidencia, desinformar y silenciar voces críticas.

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La próxima ronda de negociaciones en Ginebra, prevista para agosto, será clave para definir el rumbo del tratado. Mientras tanto, la presión de la sociedad civil, la comunidad científica y los países más afectados por la contaminación se mantiene. La pregunta que persiste es si la política global podrá actuar con la rapidez y decisión que exige esta crisis.

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