¿El lugar donde vives podría influir en tu riesgo de demencia?
Las personas en estas zonas mostraron niveles más altos de inflamación y de la proteína tau, asociada con esta enfermedad.

CIUDAD DE MÉXICO.- Un estudio reciente publicado en la revista Neurology sugiere que vivir en vecindarios con altos niveles de pobreza podría aumentar el riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer. Según los investigadores, las personas en estas zonas muestran más señales biológicas asociadas con la inflamación y la neurodegeneración. Angela Jefferson, directora del Centro de Memoria y Alzheimer en la Universidad de Vanderbilt, explicó que estas condiciones podrían tener un papel temprano en el desarrollo de esta enfermedad.
La ubicación importa más de lo que parece
La investigación se basó en el seguimiento de 334 personas mayores, con una edad promedio de 73 años, a lo largo de nueve años. Durante este tiempo, se les realizaron análisis de sangre, estudios cerebrales y pruebas cognitivas periódicas. A casi la mitad también se les tomaron muestras de líquido cefalorraquídeo, una sustancia clave para detectar cambios en el sistema nervioso central.
Los resultados mostraron que quienes vivían en áreas con mayor desventaja social —es decir, con menos ingresos, menor nivel educativo y más discapacidad— tenían niveles más altos de la proteína tau, un marcador vinculado directamente con el Alzheimer. Esta proteína, cuando se acumula en el cerebro, forma ovillos tóxicos que dañan las neuronas.
Inflamación y entorno: una relación peligrosa
Además de los niveles elevados de tau, los investigadores encontraron altos niveles de un biomarcador conocido como proteína C reactiva (PCR) de alta sensibilidad en el líquido cefalorraquídeo de los participantes. Este marcador es ampliamente reconocido como un indicador de inflamación en el cuerpo. El estudio mostró que, año con año, las personas en vecindarios más desfavorecidos tendían a presentar un aumento constante de esta proteína.
Esta inflamación crónica podría estar relacionada con lo que se conoce como “estrés tóxico”, que es el resultado de vivir en condiciones económicas adversas por largos periodos. Los investigadores creen que este tipo de estrés puede desatar procesos biológicos que aceleran la neurodegeneración, favoreciendo así la aparición de enfermedades como el Alzheimer.
Para Jefferson, estos hallazgos abren la puerta a nuevas estrategias de prevención. Sugiere que los profesionales de la salud consideren el entorno en el que vive una persona al momento de diseñar intervenciones para reducir la inflamación. Técnicas como la reducción del estrés, el ejercicio y otras mejoras en el estilo de vida podrían ser herramientas útiles, especialmente para quienes habitan en zonas con mayor desventaja social.
Un llamado a la inclusión y la investigación
A pesar de los resultados, los autores del estudio señalaron que no se puede afirmar que la pobreza cause directamente la demencia, sino que existe una asociación importante que merece atención. Esto implica que otros factores aún no estudiados podrían estar influyendo también en el desarrollo de la enfermedad.
Jefferson destacó la importancia de incluir a personas de vecindarios desfavorecidos en los estudios clínicos sobre Alzheimer. Muchas veces, estas poblaciones quedan fuera de los ensayos científicos, lo que limita la comprensión completa del impacto social en la salud cerebral. Incorporarlos permitiría diseñar tratamientos y medidas de prevención más justas y efectivas.
Este estudio pone sobre la mesa una reflexión necesaria: el lugar donde vivimos no solo afecta nuestra calidad de vida, sino también la salud de nuestro cerebro. Entender estos vínculos podría ser fundamental para reducir la carga del Alzheimer y avanzar hacia una medicina más equitativa.
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