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Universitarios con mayor sensibilidad al estrés presentan mayor riesgo de pensamientos suicidas, revela estudio

Un estudio revela que una mayor reactividad al estrés en alumnos incrementa la frecuencia e intensidad de los pensamientos sobre el suicidio.

Universitarios con mayor sensibilidad al estrés presentan mayor riesgo de pensamientos suicidas, revela estudio

La vida académica, con sus plazos de entrega ajustados, periodos de evaluación y la presión por alcanzar un rendimiento específico, constituye un escenario propicio para la manifestación del estrés. Para un sector significativo del alumnado, esta carga se intensifica al tener que compaginarla con responsabilidades laborales o labores de cuidado familiar, señala lo retomado por Infobae.

Lejos de ser una simple molestia pasajera, esta constante presión puede convertirse en un detonante de graves afectaciones a la salud mental, según lo evidencia una reciente investigación.

Universitarios con mayor sensibilidad al estrés presentan mayor riesgo de pensamientos suicidas, revela estudio | Foto: Especial (Canva)

Un estudio coordinado por el Instituto de Investigación del Hospital del Mar y la Universidad Pompeu Fabra (UPF), publicado el 10 de octubre en la revista Journal of Affective Disorders, establece una conexión clara entre la sensibilidad al estrés y un mayor riesgo de ideación suicida en la población universitaria.

La investigación, titulada “Subtipos de ideación suicida en estudiantes universitarios: un estudio de evaluación ecológica momentánea”, determina que la propensión a experimentar un malestar exacerbado ante situaciones demandante es un factor de riesgo sustancial.

Metodología y alcance del estudio

Para llegar a estas conclusiones, el equipo de investigación realizó un seguimiento longitudinal a más de 700 estudiantes, a quienes se les aplicaron encuestas diarias durante un periodo de catorce días consecutivos. Esta metodología de evaluación ecológica momentánea permitió captar la fluctuación y intensidad de los pensamientos suicidas en tiempo real, ofreciendo una fotografía dinámica y detallada del estado mental de los participantes.

Doce meses después de esta fase inicial, se llevó a cabo una sesión de seguimiento con los mismos individuos, con el objetivo de evaluar la evolución de estos patrones de pensamiento a lo largo del tiempo. Este diseño robusto permitió a los científicos no solo capturar un momento específico, sino también trazar proyecciones sobre el riesgo a futuro.

Los Tres Rostros de la Ideación Pasiva y su Vínculo con el Estrés

Una de las contribuciones más significativas de este trabajo es la categorización de la ideación suicida pasiva —pensar en la muerte sin un plan concreto o una intención inmediata de actuar— en tres subtipos claramente diferenciados.

El primero se caracteriza por ser esporádico, de baja intensidad y con poca variabilidad.

El segundo grupo presenta una frecuencia e intensidad moderadas, mientras que el tercero se distingue por pensamientos frecuentes, de alta intensidad y con una notable variabilidad.

El análisis de los datos demostró que la sensibilidad al estrés actúa con especial fuerza en los dos últimos subtipos. Para los estudiantes englobados en estas categorías, los pensamientos adversos pueden presentarse al menos uno de cada dos días, estableciendo un patrón de sufrimiento mental recurrente y debilitante.

Rompiendo Paradigmas: De la Ideación Pasiva al Riesgo Activo

Los hallazgos desafían concepciones tradicionales en la materia. “Nuestros datos rompen la visión tradicional de que la ideación pasiva es menos grave que la ideación activa”, señaló Philippe Mortier, miembro del Grupo de Investigación en Servicios Sociales y participante en el estudio.

La investigación corrobora que una ideación pasiva, cuando es frecuente e intensa, no es un estado benigno, sino un precursor de alto riesgo que, de mantenerse en el tiempo, eleva considerablemente la probabilidad de un intento de suicidio.

La relevancia de esta conclusión adquiere una dimensión crítica en un contexto como el español, donde el suicidio se mantiene como la primera causa de muerte no natural en la franja de edad entre los 15 y los 29 años.

La complejidad de sus causas y el estigma social que aún lo rodea hacen imperioso abordar el problema desde múltiples perspectivas, siendo la identificación temprana de factores de riesgo una de las más urgentes.

La prevención como ruta crítica

La principal implicación de este estudio reside en el campo de la prevención. Los investigadores concluyen que “abordar la sensibilidad al estrés podría ser eficaz para la prevención del suicidio en estudiantes universitarios”. El control de esta reactividad emocional se erige así como una diana terapéutica y de intervención prometedora.

Comprender la trayectoria que va desde una alta sensibilidad al estrés, pasando por una ideación pasiva frecuente e intensa, hasta la potencial materialización de una ideación activa —aquella que incluye planificación e intento—, proporciona a las instituciones educativas y a los servicios de salud mental un mapa de ruta para la acción.

La identificación de estudiantes en los grupos de mayor riesgo permite canalizar esfuerzos y recursos de manera más eficiente, facilitando una detección y una intervención tempranas que, en última instancia, pueden salvar vidas.

La comunidad universitaria, por tanto, se enfrenta al reto de integrar estos hallazgos en sus protocolos de bienestar estudiantil, desarrollando programas que no solo mitiguen los factores estresantes externos, sino que también doten a los jóvenes de herramientas psicológicas para gestionar su impacto de manera saludable, protegiendo así su integridad mental.

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