Cómo aprovechar la cáscara de sandía y evitar el desperdicio
Descubre las propiedades cardioprotectoras de esta fruta y cómo aprovechar su cáscara en cocina, belleza y jardinería.
La sandía es una de las frutas más consumidas en temporada de calor debido a su alto contenido de agua, además de aportar vitaminas A, B y C, así como minerales como potasio y magnesio. No obstante, uno de sus componentes más relevantes, según El Poder del Consumidor, es el licopeno, un antioxidante que no solo le da su característico color rojo, sino que también se asocia a beneficios cardiovasculares.
Este compuesto ha sido vinculado con la reducción del colesterol y la inhibición de la oxidación del colesterol LDL, lo que podría disminuir el riesgo de padecer enfermedades del corazón. Asimismo, algunas investigaciones apuntan a un posible efecto protector frente a ciertos tipos de cáncer, aunque la evidencia aún es limitada.
Pese a que la sandía no destaca por su contenido en fibra comparada con otras frutas, su bajo nivel calórico la convierte en una opción adecuada para mantener una alimentación balanceada. Además, recientes estudios revelan que su cáscara, usualmente descartada, también posee propiedades nutritivas.
De acuerdo con la Universidad Agraria de Ecuador, esta parte contiene vitamina B6, potasio y manganeso, elementos que favorecen diversas funciones del organismo.
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Aprovechamiento integral: 5 alternativas prácticas
- Encurtidos: La parte blanca de la cáscara puede hervirse con vinagre, azúcar y especias como clavo o canela para crear un aperitivo crujiente.
- Mermelada: Cocida con limón y endulzantes, la pulpa blanca se transforma en un dulce que reduce el desperdicio alimentario.
- Bebidas nutritivas: Licuada con piña o manzana, aporta fibra y antioxidantes a jugos y smoothies.
- Cuidado facial: El jugo de la cáscara actúa como hidratante natural al aplicarse directamente sobre la piel.
- Fertilizante: Incorporada a la composta, enriquece el suelo de huertos por su rápida descomposición.
Con estos usos, la sandía se posiciona no solo como un alimento funcional, sino como un recurso sostenible en la cocina y más allá. Su cáscara, lejos de ser un residuo, ofrece soluciones prácticas que combinan nutrición, economía y ecología.