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El Imparcial / Estilos / Cancer

¿Por qué el cáncer se llama cáncer? Necesitamos remontarnos a la época grecorromana para encontrar la respuesta

Se especulaba sobre el motivo de nombrar la enfermedad después de un animal.

Imagen de una célula cancerosa generada por inteligencia artificial.

El término “cáncer” tiene sus raíces en la antigüedad, remontándose al período greco-romano. En aquel entonces, los médicos utilizaban la palabra “karkinos”, que en griego antiguo significa cangrejo, para describir los tumores malignos. Esta elección lingüística se reflejó más tarde en el término latino “cancer”.

Se especulaba sobre el motivo de nombrar la enfermedad después de un animal. Algunos sugerían que el cangrejo, siendo un animal agresivo, reflejaba la naturaleza agresiva del cáncer. Otros apuntaban a la capacidad del cangrejo para aferrarse a una parte del cuerpo, reflejando la dificultad de extirpar el cáncer una vez desarrollado.

Incluso el famoso médico Galeno comparó la forma de los tumores mamarios con la de un cangrejo, destacando la similitud en la disposición de las venas.

El cáncer y las teorías sobre su origen

En cuanto a las causas del cáncer, existían teorías médicas divergentes en esa época. Según una teoría común, el desequilibrio de los cuatro humores corporales, especialmente un exceso de bilis negra, podría conducir al desarrollo del cáncer.

En términos de tratamiento, se empleaban diversos enfoques, desde medicamentos a base de plantas, animales y minerales hasta la cirugía, aunque esta última se evitaba debido al riesgo de hemorragia.

El cáncer se consideraba incurable y, por lo tanto, temido. Algunos pacientes optaban por el suicidio para escapar del tormento, mientras que otros recurrían a la intervención divina en busca de curación.

A pesar de los avances desde entonces, el cáncer sigue siendo una enfermedad desafiante en la actualidad, con millones de nuevos casos y fallecimientos cada año. Aunque hemos avanzado en la comprensión y el tratamiento del cáncer, queda mucho por hacer en la búsqueda de una cura definitiva.

Artículo original publicado en The Conversation

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