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Villa, el asesino

El 20 de julio, 98 aniversario luctuoso de Pancho Villa, Claudia Sheinbaum le rindió homenaje en el Monumento a la Revolución

Un asesino hizo un villano, millones un héroe,Beilby Porteus.

El 20 de julio, 98 aniversario luctuoso de Pancho Villa, Claudia Sheinbaum le rindió homenaje en el Monumento a la Revolución. Paco Ignacio Taibo II, autor de una biografía narrativa de Villa y director del Fondo de Cultura Económica, dijo en la ceremonia: Villa es fundamental. Es la rabia y la fuerza de un movimiento social que tiró una dictadura. Y recordarlo es eso. ¿De dónde venimos? Para poder decir quiénes somos, de dónde venimos, venimos de un cúmulo de luchas en las que Villa es una figura ejemplar.

A algunos les sorprenderá que Taibo, nacido en Gijón, España, pontifique sobre quiénes somos y de dónde venimos los mexicanos. Yo pienso que como mexicano naturalizado tiene derecho a asumir como propia la historia nacional. Lo que asombra es su referencia a Villa como figura ejemplar. Sería más certero llamarlo asesino y violador.

La biografía de Taibo exuda admiración. Al final, retoma una leyenda según la cual los restos del general no son los que reposan en el Monumento a la Revolución: Francisco Villa, manteniendo sus mejores tradiciones y su mejor estilo, se volvió a fugar, logró escapar, tuvo éxito en huir, una vez más, del sistema. Su rastro de violencia no le preocupa.

El 2 de diciembre de 1915 Villa ordenó el asesinato de todos los hombres adultos de San Pedro de las Cuevas, Sonora. Cuando el párroco trató de detenerlo, sacó la pistola y lo mató allí mismo, según Friedrich Katz. Setenta y nueve habitantes del pueblo fueron fusilados. El 8 de abril de 1917 entró a Namiquipa, Chihuahua, buscando a un grupo armado, Defensa Social, para reclutarlo por la fuerza. Los hombres se retiraron del pueblo, pero Villa ordenó el secuestro de las mujeres, 110 en total, de 16 años para arriba. Roberto Merino describió: ¡Y entonces se agarró con la que pudo y las demás se las entregó a los soldados!. Todas fueron violadas.

José María Jaurrieta, secretario de Villa, narró cómo en 1916 una mujer le reclamó en Camargo el asesinato de su marido, un pagador. El general le voló los sesos. Pero eso no fue suficiente para aplacar su furia, escribió Héctor Aguilar Camín; ordenó el asesinato de decenas de soldaderas carrancistas apresadas. Hasta su leal secretario resintió la escena terrible que vino a continuación. Con una profunda revulsión moral vio los cuerpos de las 90 mujeres, apilados uno sobre otro, privadas de la vida por balas villistas. Terminó de sacudirlo la visión absurda de un niño de 2 años riendo y jugando alegremente, sentado sobre el cuerpo de su madre muerta con las manos llenas de su sangre.

La historia oficial ha tratado de soslayar estos y otros crímenes. Martín Luis Guzmán transformó el secuestro y violación de Concepción del Hierro, quien sufrió una semana de terror encerrada en un vagón de Villa, llorando a gritos y pidiendo compasión y auxilio, según Raúl Herrera Márquez, en una visita de amor de una joven que lloró durante días porque extrañaba su casa. Guzmán también menospreció el secuestro y violación de una francesa en la ciudad de México, magno escándalo a ojos de unos cuantos timoratos y para gente sencilla que sabe poco del corazón femenino en general y menos todavía del femenino y francés en particular. Taibo II reduce el número de asesinadas en Camargo de 90 a 14, como si eso disminuyera la crueldad.

No, Villa no tiene nada de ejemplar. Fue un asesino y violador. Reidezel Mendoza lo ha documentado en su libro Crímenes de Pancho Villa. Pero la historia la escriben los vencedores. Los viejos priistas decidieron incorporar a Villa a su santoral, los nuevos también.

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