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La Corte en la boleta

El presidente López Obrador ha decidido que la Suprema Corte esté en la boleta electoral del 2024. Para el Presidente, el Poder Judicial "está podrido", "defiende los intereses del conservadurismo" y por ello propone un "plan C".

Un Presidente sumamente popular, con una victoria electoral sin precedentes, con mayorías de su partido en el Congreso y con un paquete de reformas muy cuestionadas por las élites amenaza al Poder Judicial con una reforma que modificaría la integración de la Suprema Corte, mientras culpa a sus integrantes de detener los avances de su Gobierno y de saltarse el mandato del pueblo. ¿Suena familiar? Me refiero a Franklin Delano Roosevelt (FDR), a su histórica victoria electoral de 1936 y a la amenaza que ese Presidente lanzó a la Corte al presentar una reforma para nombrar a un juez nuevo por cada juez que no se retirara y que tuviese más de 70 años. Roosevelt estaba molesto porque la Corte le había invalidado varios de sus programas de rescate de la Gran Depresión. Fueron 168 días de confrontación máxima.

El presidente López Obrador ha decidido que la Suprema Corte esté en la boleta electoral del 2024. Para el Presidente, el Poder Judicial "está podrido", "defiende los intereses del conservadurismo" y por ello propone un "plan C": El del voto masivo a Morena para la Presidencia y el Congreso al igual que una reforma constitucional que incluya la selección por voto directo de los ministros y ministras. El choque narrativo, uno de los guiones electorales, ya está puesto. AMLO dirá que su transformación fue detenida por la Corte, que no la pudo completar y este será un tema de campaña para movilizar votos a favor de la hoy coalición gobernante. Esto no es inusual en las democracias. De hecho es más común de lo que pensamos.

En 2004 el presidente George W. Bush y los republicanos hicieron de los valores progresistas y de las decisiones de las cortes estatales y la federal un motivo de campaña. El texano se quejaba públicamente de los "jueces activistas" que habían validado el matrimonio igualitario en el Estado de Massachusetts. Bush llegó incluso a amenazar con introducir una iniciativa de ley para "proteger la santidad del matrimonio y de la Constitución". Al igual que con FDR, la amenaza legislativa de Bush no se cumplió, pero los mensajes del republicano sí movilizaron el voto conservador y, a pesar de la impopular guerra en Iraq, Bush venció al demócrata John Kerry y se quedó en la Presidencia otros cuatro años. Bush logró nominar a jueces conservadores a la Corte, entre ellos John Roberts, el actual presidente de la Corte.

Desde que en México se inauguraron los gobiernos divididos (1997), todos los presidentes han tenido una mala relación con el Poder Judicial y se han quejado públicamente de sus decisiones. Zedillo reformó el Poder Judicial en un solo mes, reduciendo de 26 a once el número de ministros. Calderón se quejó amargamente de ministros como Zaldívar o de decisiones de la Corte como cuando esta validó la constitucionalidad del matrimonio igualitario en el entonces DF. Peña fue un Presidente demasiado débil a partir de la mitad de su mandato y ya no le alcanzó para confrontar al Judicial. AMLO hoy puede confrontar a la Corte porque puede.

La relación de FDR con el Poder Judicial de su país mejoró después de 1936. Los historiadores y expertos en el presidencialismo estadounidense coinciden en que la amenaza de Roosevelt sí politizó a la Corte que le empezó a validar sus reformas del New Deal. En México el Poder Judicial sí merece una reforma, pero no una para controlarlo y concentrar el poder como parece proponer el presidente López Obrador. El Poder Judicial sí se debe tocar como resultado de un consenso largo y no de una reforma fast track como la de Zedillo. No estoy de acuerdo con la elección mediante el voto de ministros porque creo que el Judicial debe ser "la rama menos peligrosa del poder" y estar libre de presiones, pero la elección de los ministros de la Corte es una realidad en varias cortes locales de EU, como la texana. Como en todo, la polarización nubla los debates, la radicalización narrativa y el chantaje desde el poder no ayudan a avanzar los pendientes de nuestra democracia. Estamos a 382 días de la elección y esto apenas empieza.

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