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Imaginación

El Presidente de la República está llevando a México hacia la ilegalidad, y el presidente de la Corte está apareciendo como su compinche

Escenario: La habitación 210 del Motel Kamawa. Personajes: Don Algón, salaz ejecutivo, y Dulcibella, muchacha en flor de edad. Grande fue la sorpresa de la chica cuando al mirar en estado natural a su galán advirtió que tenía tatuado en cierta parte el dibujo de una cigüeña que llevaba en el pico el consabido envoltorio de un bebé. “No te fijes -le dijo don Algón a su pareja-. Es una idea de mi esposa para desanimar a mis amigas”. Impecunio fue a pedir la mano de su novia. El severo genitor le dijo: “Mi respuesta, joven, depende de su situación económica”. “¡Qué coincidencia, señor! -exclamó el galancete-. ¡Mi situación económica depende de su respuesta!”. Timoracio, doncel ingenuo y cándido, sufría de un mal cardiaco que lo aquejaba de continuo. Cierta noche fue en el automóvil de Pirulina, muchacha pizpireta, al alejado paraje llamado El Ensalivadero, cuya solitud y oscuridad eran propicias a las amorosas expansiones de las parejas en trance de ardimiento. Pirulina iba poseída por urentes ansias de erotismo, y tan pronto llegaron al lugar se precipitó sobre su compañero. “¡Piru! -le dijo él, alarmado-. ¡Piensa en mi corazón!”. Repuso la muchacha: “¡Tu corazón para nada lo voy a necesitar!”. Cierto señor comentó: “Mi esposa es una gitana”. Preguntó alguien: “¿Es hermosa, romántica y apasionada?”. “No -aclaró el señor-. Es una gitana porque cada vez que llego tarde a la casa me hace ver mi suerte”. La imaginación es a veces muy imaginativa. He imaginado a Arturo Zaldívar a bordo de un infecto carretón que en un cartel anuncia los destinos a donde se dirige: “Deshonor-Indignidad-Basurero de la Historia”. Hacia allá lo lleva en efecto, la absoluta sumisión que ha mostrado ante el Poder Ejecutivo, con daño para la integridad de la República, para la democracia y para la justicia y la legalidad. A la hora en que escribo estos renglones ignoro si Zaldívar aceptó o rechazó ya el fétido regalo que le hizo López Obrador -no el Senado, ni Morena-, de prolongarle dos años su cargo de presidente de la Suprema Corte, a la manera de un patrón que le alarga el contrato a su criado para valerse de él llegada la ocasión. Si el tal ministro acepta esa inmoral prebenda llegará a los extremos de la abyección y la ignominia. Está claro que la medida dictada por AMLO, y obedecida por sus pedestres senadores, es abiertamente violatoria de la Constitución, máxima ley que tanto López como Zaldívar juraron cumplir y hacer cumplir, y contra la cual ahora atentan en forma por demás grosera y burda. Muy mal andan las cosas en un país donde el orden jurídico es violado por quien tiene el deber de aplicarlo con rectitud. El Presidente de la República está llevando a México hacia la ilegalidad, y el presidente de la Corte está apareciendo como su compinche. Pésimos tiempos nos aguardan a los mexicanos cuando la ley es suplantada por la voluntad autoritaria de un solo hombre y por la culpable complicidad de quienes deberían frenarlo. El niñito le preguntó a su padre: “Papi: ¿cómo es la Luna?”. El señor, extrañado, quiso saber: “¿Por qué me preguntas eso?”. Explicó el pequeño: “Es que oí a mi mami decir en el teléfono que tú no te das cuenta de nada; que siempre andas en la Luna”. Noche de bodas. Al terminar el amoroso trance la flamante esposa de Meñico Maldotado le comentó: “Mi mamá me dijo que esta noche me darías una sorpresa muy grande y, la verdad, no me pareció tan grande”. Don Chinguetas iba a salir de viaje. “No te preocupes -tranquilizó a su esposa-. Regresaré cuando menos lo esperes”. Replicó doña Macalota: “Eso es precisamente lo que me preocupa”. FIN.

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