Cuando la política es tóxica
A nadie debe extrañar que nos manifestemos en diferentes direcciones. Lo grave es cuando la pasión por la agenda política...
Las tensiones políticas pueden ser muy tóxicas: Rompen amistades, dividen familias, enferman a muchos. Detengámonos a considerar pausadamente cuántos distanciamientos, enemistades y odios vemos en derredor nuestro o allá lejos motivados por un mal manejo de las diferencias políticas entre individuos como entre grupos. Por supuesto que una manera de evitar llegar a estos extremos es no pensar la política y pretender desinteresarse de sus implicaciones pero en realidad no es esa la mejor postura. El interés por las posiciones políticas no es del mismo grado en todas las personas; a muchos no les perturba ni les atrae en lo más mínimo, pero a muchos otros les apasiona para bien o para mal, y desgraciadamente, cuando se trata de diferencias entre personas poco tolerantes, más frecuentemente es para mal implicando grave riesgo de distanciamientos y hasta irreparables rupturas. Lo hemos visto cíclicamente durante las campañas electorales para cargos de Gobierno, durante las consultas y ejercicios legislativos para la aprobación o rechazo de algunas iniciativas de ley, cuando se decretan ciertas disposiciones desde el Ejecutivo, etcétera. Los planteamientos en sentidos opuestos y las discusiones que todo esto genera son, obviamente, muy entendibles y de hecho son algo necesario. A nadie debe extrañar que nos manifestemos en diferentes direcciones. Lo grave es cuando la pasión por la agenda política llega a perturbar a las personas en lo individual ocasionándoles niveles considerables de ansiedad y tensión interna, pero también perturbar la relación con otras personas, como son los distanciamientos, rompimientos, actitudes encolerizadas entre hermanos (imagen adjunta), entre padres e hijos, entre los mismos esposos o entre otros familiares escenificándose diálogos que lastiman a veces sin retorno a la conciliación. Sabemos de las divisiones ocasionadas, por ejemplo, con las posiciones encontradas respecto al Brexit en Gran Bretaña, las diferentes concepciones sobre las políticas migratorias de los desplazados africanos y de países árabes hacia países europeos, así como entre los norteamericanos y latinoamericanos. Las ideas y decisiones políticas nos afectan para bien o para mal, a veces en temas muy delicados como la vida, la salud, el bienestar material, la libertad, las oportunidades, la educación y tantas cosas más que las reacciones provocadas entre los individuos son explicables aunque no siempre justificables. El pensador y político Cicerón, hace poco más de dos mil años en su obra “De amicitia” (“Sobre la amistad”), relata la calidad de la amistad entre Escipión y Leli a pesar de sus diferencias políticas en aquellos difíciles años cuando la República tambaleaba, subrayando que la amistad descansa en la fidelidad, la integridad, la ecuanimidad y la generosidad, pues sin éstas nomás no hay amistad que perdure. Por contraste, una columnista colombiana, Roxana Martínez, se manifestó así (2018): “Yo, muy respetuosamente me reservo el derecho de admisión a mi vida ante cualquiera cuya posición política me amenace… y no me voy a sentir mal al respecto”. Tenemos un ejemplo cercano en este sentido cuando Andrés Manuel López Obrador se pronunció públicamente en 2016 por desconocer a su hermano Arturo en un video en su cuenta de Facebook toda vez que Arturo apoyaría al candidato del PRI a la gubernatura de Veracruz (y no al de Morena); López Obrador acuñó entonces de Vicente Guerrero aquella frase de “la Patria es primero”. Comentaba que las tensiones políticas pueden perturbar no sólo las relaciones interpersonales sino también a la persona misma: Un estudio de la Universidad de Nebraska encontró que además de que un 20% de las personas han perdido alguna amistad por cuestiones políticas -también rupturas conyugales y familiares-, por otro lado el 30% de las personas aseguran que las noticias políticas les generan ansiedad, en el 10% de manera acentuada. Ciertamente no es correcto desentenderse de la política pero tampoco ignorar que puede ser una pócima tóxica.
jesus.canale@gmail.com Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.
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