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Aprender a dialogar

Es claro que en los grupos humanos solemos más debatir que dialogar.

El diálogo en las empresas de familia es diferente al de cualquier familia no empresaria.

Las familias empresarias no nacen siéndolo. Se forjan a través del esfuerzo conjunto durante muchos años, durante generaciones. Hace unos días, en un encuentro con empresarios guatemaltecos, comentábamos el tema. Pronto surgieron los apellidos de reconocidos grupos del país, y en particular de las familias Castillo, Bosch-Gutiérrez y Novella.

Familias como estas de Guatemala no han estado exentas de conflictos y dificultades, pero han sido capaces de crear querencias comunes, construir sistemas de Gobierno y establecer normas congruentes que todos aceptan y respetan. Estos mecanismos favorecen la gestión eficaz y armoniosa de la dueñez compartida sólo a través de una calidad de diálogo que no se vive en la inmensa mayoría de las familias.

Hemos trabajado y descrito abundantemente sobre el tema de calidad de diálogo. Ahora quiero enfatizar las condiciones y caminos para aprender a dialogar eficazmente.

Es claro que en los grupos humanos solemos más debatir que dialogar. En familias que pretenden continuar juntos creando riqueza se busca no imponer nuestras ideas, sino ponerlas en la mesa sin dominar a los otros. En pocas palabras, se trata de lograr construir las mejores decisiones con las ideas de todos.

Aprender a dialogar demanda primero saber respetar los puntos de vista de los demás. Para esto es imperativo, antes que nada, practicar el respeto a todas las personas. Los líderes impositivos y prepotentes hacen mucho daño al proceso de aprendizaje de este diálogo de calidad.

Escuchar es asimilar lo que está diciendo el otro, participar en lo que nos está contando, interactuando con él y poniéndonos realmente en su posición.

Aprender a dialogar es ir descubriendo cómo traducir lo que el otro nos dice y desarrollar habilidades para comunicar las ideas que queremos transmitir. Sin comunicación verdadera poco evolucionamos o poco nos proyectamos al futuro como empresa.

Nos dice Darío Córdova en su página de Internet: “Una de las asignaturas importantes hoy es saber dialogar. Y a dialogar se aprende en el seno de la familia. He aquí cinco pautas para el diálogo entre padres e hijos, base de una buena comunicación”.

Sigue diciendo: “Primera, no interrumpir y tener paciencia”. No es sólo un asunto de audición; también se requiere poner atención y hacer un esfuerzo por comprender lo que nos dicen.

“Segunda, cuidar el lenguaje no verbal. La mirada y el gesto ocupan un papel primordial, ya que mirada y gesto establecen la complicidad de la amistad y la confianza mutua”.

“Tercera, saber preguntar. Y hacerlo de forma positiva para que se vea que seguimos el tema y además nos interesa”.

“Cuarta, no demostrar prisa. Para los hijos y para todos los de casa siempre es importante que demostremos interés por sus cosas”.

“Quinta, vivir la discreción. Se quejan los adolescentes, nos quejamos todos con frecuencia, de que se cuenta a los demás lo más íntimo que se les ha confiado”.

Añado otras dos pautas:

Sexta, contar con un líder reconocido. Ninguna organización será capaz de enfrentar los retos que hoy se encuentra cualquier negocio sin un líder que realmente sea capaz de mandar.

Séptima, y tal vez ésta podría ser la primera, estar comprometidos a continuar juntos. En familias empresarias donde algunos miembros no tienen las ganas y el compromiso de mantenerse unidos luchando por ser eficaces, no se cuenta con las energías para solventar las muchas dificultades que habrán de enfrentar.

El diálogo que necesitan manejar los miembros de familias empresarias es de otro calibre, de otro nivel, muy superior al que necesita cualquier familia. Los que quieran mantenerse participando en su empresa familiar necesitan aceptar que tienen que seguir aprendiendo, toda su vida, cómo comunicarse cada día mejor.

Carlos A. Dumois es presidente y socio fundador de Cedem.

c_dumois@cedem.com.mx

http://www.cedem.com.mx

“Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.