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Acercarnos al misterio

Decía el papa Benedicto XVI: Arrodillarse es la actitud más conmovedora de la piedad cristiana, de quien se sabe poca cosa ante quien lo es todo, Dios. Si queremos encontrar a Dios Niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra soberbia intelectual y dejar nuestras falsas certezas. Pensemos si fomentamos esa actitud humilde.

José  Martínez Colín

1) PARA SABER

“La persona nunca es tan grande como cuando se arrodilla”, decía san Juan XXIII. En este tiempo de Navidad, pero ya desde el Adviento, el papa León XIV nos proponía dirigir la mirada hacia Belén, a donde Jesús quiso nacer. Se nos invita acompañar a la Virgen María y a san José, con la mente y la imaginación, y contemplar al Niño Jesús recostado en un pesebre. Y así, aprender las enseñanzas que nos imparten sin decir palabras: Lecciones de fe, de pobreza, de confianza a los planes de Dios, de obediencia, de piedad, de humildad, de sencillez, de esperanza y caridad, y sobre todo, de un gran amor. Actitudes que nos educan el corazón para el encuentro con Cristo y con los hermanos en la santa Navidad, y así ser pesebre acogedor y confortable, signo de la presencia de Dios.

En la gruta de Belén resalta la humildad: De Jesús, rey del universo; la de la Virgen María sabiéndose la “esclava del Señor”; la de san José que procuraba adecuarse a las circunstancias que la Divina Providencia designaba. Dice el Papa que aunque se nos presenta a san José como “un hombre frágil y falible -como nosotros- y, al mismo tiempo es valiente y fuerte en la fe”.

2) PARA PENSAR

Al contemplar el nacimiento de Jesús, no podemos olvidar que nos encontramos frente a un gran misterio y requerimos verlo con los ojos de la fe, pues lo divino nos supera. Por ello hemos de acercarnos con humildad. Es significativo que en Belén, en el lugar donde nació Jesús, ahora se halla una iglesia cuya entrada es una pequeña abertura en la que para entrar hay que inclinarse.

Antes era muy grande, pero la tapiaron para protegerla de asaltos y evitar que la profanaran entrando con todo y caballo a la casa de Dios. Pero significativamente es una invitación a humillarnos para poder acercarnos al misterio del Nacimiento de Cristo. Evocando a san Pablo que afirmaba que al “nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra” (Fil 2, 10).

Decía el papa Benedicto XVI: Arrodillarse es la actitud más conmovedora de la piedad cristiana, de quien se sabe poca cosa ante quien lo es todo, Dios. Si queremos encontrar a Dios Niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra soberbia intelectual y dejar nuestras falsas certezas. Pensemos si fomentamos esa actitud humilde.

3) PARA VIVIR

En este tiempo de gracia, no perdamos ocasión para practicar la caridad: Perdonando, animando, dando un poco de esperanza a las personas con las que vivimos y nos encontramos; y renovando nuestro abandono filial al Señor y a su Providencia, encomendándole todo con confianza.

Decía san Josemaría Escrivá que cuando llegaba la Navidad le gustaba contemplar las imágenes del Niño Jesús: “Esas figuras que nos muestran al Señor que se anonada, me recuerdan que Dios nos llama, que el Omnipotente ha querido presentarse desvalido, que ha querido necesitar de los hombres. Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una vida de entrega, de trabajo, de alegría”.

Que nos ayuden en esto, pide el Papa, la Virgen María y san José, que fueron los primeros en acoger a Jesús, el Salvador del mundo, con gran fe y amor.

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