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¿Debemos medir todo?

La tendencia a medir todo puede traducirse en descuidar asuntos más relevantes.

Carlos  Dumois

Dueñez*empresaria

La tendencia a medir todo puede traducirse en descuidar asuntos más relevantes.

Se dice en temas de gestión de negocios que lo que no se mide no se mejora. Esto se ha llevado a todos los terrenos de nuestra vida. La medición se ha convertido en una obsesión en nuestra sociedad. Pero hay cosas que no requieren ser medidas. Incluso algunas de esas cosas las podemos manejar mejor si no las medimos.

Medimos los pasos y los likes, las calorías y los tiempos, las distancias y el peso, las temperaturas y los consumos, los precios y los gastos. Ahora todo lo queremos medir.

El profesor Luis Vives, de Esade Business School, ha escrito sobre el tema, y dice: “multiplicamos las métricas, corriendo el riesgo de empobrecer lo que no se deja medir. Este es un dilema de nuestro tiempo: Al optimizar las métricas, terminamos ignorando lo significativo”.

El sicólogo Barry Schwartz describe este fenómeno como la tiranía de las métricas: Convertimos las mediciones en fines en lugar de medios. En otras palabras, confundimos el mapa con el territorio.

El desafío es que vivimos en culturas organizacionales que exigen justificación cuantitativa. Es crucial distinguir que no todo lo valioso se deja contar, y no todo lo que se cuenta tiene valor.

Medir todo puede ser abrumador y contraproducente; sin embargo, medir lo correcto es crucial para tomar decisiones informadas, evaluar el progreso y comprender el impacto de las acciones.

Pero el fanatismo por cuantificar puede llevarnos a desatender aquello que da sentido a lo que hacemos. Hay dimensiones del quehacer empresarial que no se dejan encerrar en un número: La confianza y el respeto, la vocación y el compromiso, el sentimiento de pertenecer y la pasión por un propósito compartido.

Eso no significa renunciar a medir. Hacerlo bien es necesario: Permite aprender, rendir cuentas, mejorar. Hacerlo con sentido implica elegir con sabiduría qué vale la pena medir y para qué.

Cuando todo se mide, se corre el riesgo de que lo importante sea sustituido por lo medible. La cultura se empobrece, y las decisiones se toman mirando indicadores, sin conexión con lo esencial. Medir sin sentido produce inercia y burocracia. No medir nada produce ceguera.

En las empresas familiares la dueñez tiene una tarea especial: Cuidar no sólo la rentabilidad, sino también la identidad, el legado y la actualización de la querencia que nos une.

El sentido de significado, esa sensación profunda de que lo que hacemos trasciende, no proviene sólo de los resultados, emana aún más del vínculo entre lo que hacemos y lo que valoramos.

En la vida de una empresa familiar, este sentido tiene raíces muy particulares que debemos ponderar:

⁠La historia compartida. El significado nace del relato que la familia transmite sobre sí misma: Cómo empezó, qué desafíos enfrentó, qué valores la guiaron. Cuando esa narrativa se transmite con veracidad y orgullo, da a las nuevas generaciones un lugar en una historia que vale la pena continuar.

El propósito trascendente. Toda empresa familiar que perdura tiene una razón de ser que va más allá del dinero. Esa intención, ya sea servir a una comunidad, crear valor para otros, transformar una realidad, es lo que da significado a la riqueza, al trabajo conjunto.

⁠Las relaciones importantes. El sentido se nutre del vínculo humano, de saberse parte de algo vivo, de confiar en otros, de trabajar en equipo. En una familia empresaria, la calidad de esas relaciones es tanto fuente como reflejo del significado compartido.

El dueño consciente no reniega de los números, los exige y los usa con rigor. Pero también sabe que hay aspectos que se deben cuidar, no medir. Aspectos que requieren conversación, cercanía, historias que mantienen viva la intencionalidad.

La dueñez reconoce que los indicadores financieros no bastan para guiar a una empresa familiar. Se necesitan también recordaciones del sentido, de los valores, de la importancia de la armonía familiar y del nivel de compromiso con el propósito común.

En la empresa familiar, lo más importante se cultiva y se honra, lo que garantiza su continuidad casi nunca cabe en una tabla de Excel.

Carlos A. Dumois es presidente y socio fundador de Cedem.

c_dumois@cedem.com.mx

http://www.cedem.com.mx

* “Dueñez®”es una marca registrada por Carlos A. Dumois.