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Por necesidad familiar

Hoy navegamos a ciegas, la oscuridad y el cerrojo administrativo son la constante, en una maniobra perversa el totalitarismo morenista extinguió el INAI aduciendo razones ridículas y adjudicándole las facultades a la misma autoridad, regresamos al eje desafortunado del juez y parte, síntoma característico del abuso y putrefacción institucional.

Junto al vendaval de descalabros naturales padecemos otro infortunio, la inmoral impunidad y el contubernio del crimen con las más altas autoridades políticas mexicanas, la historia de esta cohabitación en nuestro País tiene antecedentes, episodios que se debaten entre la descomposición, la impunidad y el cinismo.

Desde la cúspide del periodo priista y urgido por su subsistencia, se apremió a Miguel de la Madrid a acuñar un lema de campaña que buscaba distanciarse de aquella juerga populista: “La renovación moral de la sociedad”. Enunciado discutible y acorde a una época en la cual las palabras importaban.

Fiel a su formación creó la Secretaría de la Contraloría, no fue suficiente pero fue el inicio de una larga preocupación por contener y castigar los actos de corrupción. Con el advenimiento de la democracia llegaron otros esfuerzos y con estos el cambio de tendencia, así nació una institución que fue producto del periodo democrático: El INAI, fundado en 2002.

Gracias a la existencia de esta institución investigadores o periodistas podían llegar hasta los más recónditos confines burocráticos y exponer con toda libertad los gastos, presupuestos u objetivos de cualquier entidad, fue así que se evidenciaron casos relevantes de malos manejos o inconsistencias, instituciones autónomas y civiles otorgan transparencia absoluta.

Hoy navegamos a ciegas, la oscuridad y el cerrojo administrativo son la constante, en una maniobra perversa el totalitarismo morenista extinguió el INAI aduciendo razones ridículas y adjudicándole las facultades a la misma autoridad, regresamos al eje desafortunado del juez y parte, síntoma característico del abuso y putrefacción institucional.

Los resultados de esta juerga nefasta entre poder y crimen comienzan a emerger, el tráfico ilegal de combustible se revela como uno de los desfalcos fiscales más grandes, 600 mil millones según la procuradora Grisel Galeano.

Para ponderar el descalabro, uno de los casos históricos de corrupción gubernamental fue el de Odebretch, penetró a varios países, descalabró gobiernos y derribó presidencias, en sobornos se pagaron 788 millones de dólares y se obtuvieron ganancias ilegales por 3 mil 300 millones de dólares. En el caso mexicano la defraudación y movimiento de recursos ilícitos, producto del combustible ilegal y transportado en enormes buques alcanza los 50 mil millones de dólares, esto pone a la corrupción gubernamental mexicana en el primer lugar del planeta. (Ernesto, O’Farrill Santoscoy, Al Cierre, El Financiero Tv, 22 oct.).

La podredumbre ha llegado a límites en los cuales recomponer la vida administrativa es imposible, el huracán político perversamente planeado por López Obrador y continuado por la Presidenta ha sido de tal magnitud que lo hace inviable.

En esta simbiosis se encuentran el partido dominante y sus cúpulas, el patriarca, sus herederos y las instituciones de defensa, el secuestro institucional hace evidente que el régimen no conoce el decoro ni la integridad. Esta depravación nace del interés absolutista en el sexenio anterior y de la mano de nuestras fuerzas armadas, hoy dueños -no encargados-, de puertos y fronteras.

Las similitudes del actual régimen con la Italia fascista son inquietantes: “…el partido se convertía de forma gradual en un grupo de trabajadores de clase media y oportunistas, caracterizado por su nepotismo y corrupción, hasta el punto de que, hacia la década de 1930 circulaban chistes que señalaban que el PNF eran las iniciales de per necessita familiare (por necesidad familiar)”. (Álvaro Lozano, Mussolini y el fascismo italiano. Marcial Pons Historia).

Hoy en México, las familias cercanas a Morena dominan las esferas administrativas, políticas y militares, la ostentación de la impunidad y la deshonestidad nos recuerda aquella broma italiana que terminó en una debacle política y social: “Por necesidad familiar”.

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