Impuestos al pecado
Los “impuestos al pecado”, como los que está aplicando el Gobierno a bebidas embotelladas, videojuegos, apuestas o tabaco, son una intromisión indebida en la libertad individual.

Culpable no es el que comete el pecado, sino el que causa la oscuridad”,
Victor Hugo.
Para empezar, no debe ser facultad del Estado meterse en las decisiones personales de los gobernados. Los “impuestos al pecado”, como los que está aplicando el Gobierno a bebidas embotelladas, videojuegos, apuestas o tabaco, son una intromisión indebida en la libertad individual. Además, no hay indicación de que estos impuestos promuevan realmente las conductas virtuosas que el Gobierno pretende promover.
La facultar de cobrar impuestos procede de la necesidad de financiar los servicios del Estado. No hay justificación para cobrarlos a alguien porque no se comporta como el Gobierno quiere.
“Ojalá no recaudemos nada por refrescos”, dijo ayer la presidenta Sheinbaum, “porque lo que queremos es que se deje de consumir tanto refresco”. Sin embargo, está reduciendo en 3.2% el presupuesto de la Secretaría de Salud. Un día antes declaró: “Vamos a aumentar el impuesto a los videojuegos violentos por seguridad”.
En los Criterios Generales, Hacienda señala: “El Gobierno de México pondrá en marcha medidas con fines extra fiscales [sic] dirigidas a disminuir el consumo de los bienes y productos que generan efectos negativos en la salud de la población”. Sí, los fines son extrafiscales. Apunta también: “Estudios recientes han encontrado una relación entre el uso de videojuegos de naturaleza violenta y un nivel más alto de agresión entre los adolescentes, así como efectos sociales y sicológicos negativos como aislamiento y ansiedad”. También sube el impuesto sobre las apuestas de 30 a 50% y el del tabaco de 160 a 200%.
Si bien la Presidenta afirma que el propósito no es recaudar más, no hay razón para pensar que los impuestos mejorarán la salud. André Massieu, presidente ejecutivo de la Asociación Mexicana de Bebidas (MexBeb), me decía ayer que el incremento en el impuesto a las bebidas embotelladas, de 87%, “es una medida inequitativa e ineficaz”. El gravamen recae sólo en “el 5% de las calorías que consumimos los mexicanos”; el otro 95% no se toca. “A lo largo de las últimas tres décadas el consumo per cápita de refrescos y bebidas saborizadas se ha mantenido estable, pero el índice de obesidad, de diabetes, de otras enfermedades crónicas, ha venido creciendo, lo cual nos muestra que no hay una relación directa entre el consumo de las bebidas saborizadas y la situación de las enfermedades y de la obesidad”. Quizá la prueba más clara de que el Gobierno no busca mejorar la salud es que el impuesto, que hasta ahora se aplica sólo a las bebidas con azúcares añadidos, se extenderá a las bebidas que no los tengan.
Hacienda dice que los videojuegos causan violencia, pero cita sólo un estudio de 2012 de dos académicos de la Universidad de Costa Rica. La verdad es que no hay consenso científico sobre el tema. Un estudio de Aaron Drummond y colegas publicado en Royal Society Open Science en 2020 encontró que cualquier impacto, si existe, es “demasiado pequeño para ser significativo en términos prácticos”.
Si el Gobierno estuviera preocupado por la salud, tomaría medidas para fortalecer los programas preventivos de sobrepeso y obesidad en vez de ensañarse con productos que representan sólo 5% de la ingesta calórica. Si lo conmoviera la violencia, la combatiría en las calles y no en los videojuegos. Vemos más bien a un Gobierno que no confía en el pueblo bueno y sabio, y que quiere intervenir en su libertad de decidir.
Maldita deuda
La Presidenta se quejó ayer de que su Gobierno tiene que pagar “la maldita deuda corrupta” de Pemex de Calderón y Peña Nieto. Olvidó incluir a López Obrador, en cuyo sexenio la empresa perdió 1.6 billones de pesos, unos 80 mil millones de dólares, 80% de la deuda actual, y esto sin contar la de proveedores, que pasó con AMLO de nada a 430 mil millones de pesos, más de 23 mil millones de dólares.
Sergio Sarmiento
www.sergiosarmiento.com