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La bulimia de conexiones

Ciertamente los ojos de la Virgen son misericordiosos. Con cuánta mayor razón también lo serán los de Dios, que es puro amor y misericordia. Pensemos si experimentamos su mirada misericordiosa.

José  Martínez Colín

1) PARA SABER

“El bien crece cuanto más se comunica”, afirmaba el poeta John Milton. Un rasgo esencial de la persona es poder comunicarse, e importa que esa capacidad la utilice para el bien de sí mismo y de los demás. Dice el papa León XIV que nuestra sociedad se está enfermando de “bulimia” de conexiones en las redes sociales al estar hiperconectados y bombardeados por imágenes, a veces falsas, que luego suscitan en nosotros emociones contradictorias, que nos pueden llevar a encerrarnos en el silencio, en una incomunicación en la que, por muy cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más simples y profundas. Necesitamos curación.

El Papa lo relacionó con el milagro que hace el Señor a un hombre que no hablaba ni oía, con dificultad para comunicarse. Así nos pasa cuando no queremos comunicarnos, tal vez por sentirnos incomprendidos. Pero Jesús lo lleva aparte, toca sus oídos y su lengua y dice: “¡Ábrete!” San Marcos escribe la palabra exacta que Cristo pronunció en arameo: “E¨ethá”. El Papa señala que es como una invitación: ¡Ábrete a las relaciones que te han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has renunciado a afrontar! ¡Ábrete a este mundo que te asusta! Porque cerrarse nunca es una solución. Es una invitación a no aislarse, sino a relacionarse con los demás de un modo nuevo.

2) PARA PENSAR

Se cuenta que dos amigos estaban poniendo a prueba a su maestro sobre sus conocimientos de la fe. Le cuestionaban sobre la moral, los sacramentos, de cuáles eran los misterios del Rosario, los dogmas sobre la Virgen. En un momento el maestro les preguntó: “¿A que no saben ustedes cómo son los ojos de la Virgen María?” Los otros dos se pusieron a pensar, pero no encontraban la solución. Uno dijo: “En el Evangelio no dice cómo eran sus ojos…”; y el otro añadió: “Tampoco los apóstoles dijeron cómo eran, aunque supongo que eran muy hermosos”. Entonces les dijo el profesor: “Pues yo sí lo sé”. Intrigados le pidieron que se los dijera. “Muy bien. Basta que me acompañen a rezar la Salve”. Y la comenzaron a recitar hasta el momento en que se dice: “…vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos…” y concluyó: “¿Lo ven? Sus ojos son misericordiosos”.

Ciertamente los ojos de la Virgen son misericordiosos. Con cuánta mayor razón también lo serán los de Dios, que es puro amor y misericordia. Pensemos si experimentamos su mirada misericordiosa.

3) PARA VIVIR

Así como el sordo mudo del milagro, todos necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, que sepamos hablar con honestidad y prudencia, no sólo para ser más eficaces, sino también para evitar herir a los demás. Comunicación que no sólo es hablar sino también saber escuchar. Como decía Aristóteles: “Somos más fuertes cuando escuchamos y más inteligentes cuando compartimos”.

Importa sobre todo saber comunicarnos con Dios. El hecho de que el Verbo se hizo carne, es decir, que el Hijo de Dios se hizo hombre, se refiere a que la Palabra de Dios se nos fue dada en Cristo. De esa manera Dios nos ha facilitado la comunicación con Él: Nuestros oídos se han abierto para escuchar su Palabra y ya podemos hablar con Él y, por tanto, ser a la vez portadores de su anuncio de salvación.

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