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Repudio a la locura

Tanto Israel como Hamás tienen la responsabilidad histórica de parar esta catástrofe de magnitudes apocalípticas.

Leo Zuckermann

Yo sí les creo a los medios serios internacionales cuando reportan una crisis humanitaria en la Franja de Gaza. Las escenas de muerte, hambruna y desplazamiento son devastadoras. No puede haber medias tintas: Hay que condenar lo que está sucediendo ahí.

Tanto Israel como Hamás tienen la responsabilidad histórica de parar esta catástrofe de magnitudes apocalípticas.

Soy judío. Siempre me he sentido orgulloso de pertenecer a una comunidad que inventó la creencia revolucionaria del monoteísmo y el concepto humanista de “reparar al mundo” (Tikkun Olam, en hebreo) por medio de acciones justas, éticas y solidarias. En este sentido, me duele lo que está sucediendo en Gaza. Es una vergüenza para la larga historia del pueblo judío.

Hay que detener esta locura. No puede ser que los fanáticos de ambos lados estén tomando las decisiones.

Del lado árabe/palestino están los extremistas de Hamás, Yihad Islámico, Hezbolá y Hutíes que quieren la desaparición del Estado de Israel y la expulsión de los judíos de ese territorio.

Los atentados terroristas del 7 de octubre de 2023 en territorio israelí, con sus mil 200 muertos y 251 rehenes, por desgracia fortalecieron el extremismo en Israel. Y es que fanatismo engendra fanatismo. Unos van retroalimentando a los otros, y viceversa.

Como en toda religión, en el judaísmo siempre han existido locos que han mal interpretado la idea del “pueblo elegido”. Son los que presumen tener línea directa con Dios. Extremistas cegados por una fe mesiánica.

Una minoría que está dispuesta a incendiar la pradera porque eso es lo que, según ellos, mandata el Todo Poderoso.

Fanáticos extremistas siempre han existido en la historia del pueblo judío. Hace décadas, sin embargo, representaban una franca minoría sin influencia política alguna.

Cuando estaba en la preparatoria, hace ya más de cuatro décadas, un día trajeron a platicar al rabino Yosef Dayán. Mexicano de nacimiento, había migrado a Israel donde se había unido al movimiento extremista de Meir Kahane, otro rabino racista. Desde entonces, estos fanáticos estaban a favor de expulsar a todos los palestinos de Israel y los territorios ocupados por ese Estado en 1967 (Cisjordania y Gaza).

En ese momento, Dayán se mostró en contra de devolver la Península del Sinaí a Egipto como parte de los acuerdos de paz de 1978. Él creía en la restauración del reino de Israel según los límites establecidos en la Biblia. Su mensaje causó escándalo y risas. Este señor vivía en un mundo bizarro, muy alejando al de principios de los ochenta del siglo pasado.

Lejos de diluirse en el tiempo, estos locos comenzaron a ganar cada vez más presencia en Israel. Son los que se han ido a colonizar ilegalmente Cisjordania. Quieren hacer lo mismo en Gaza: Echar, como si fuera posible, a millones de palestinos y quedarse con estos territorios. No creen en la solución de dos Estados.

A la postre, Dayán se hizo famoso por realizar una ceremonia cabalística para justificar la aniquilación de políticos israelíes que estaban a favor de la paz con los palestinos como Yitzhak Rabin y Ariel Sharon. Al primero, lo asesinó un fanático judío poniendo fin al proceso de paz de Oslo. El segundo tuvo un derrame cerebral cuando era primer ministro. El fallecimiento de ambos pavimentó la llegada de Netanyahu al poder poniendo fin, así, a la pacificación de la región por medio de dos estados.

El nacionalismo ultraortodoxo en Israel sigue siendo una minoría, pero cada vez más poderosa. Se nutre del fanatismo del otro lado, pero, también, de las reglas del sistema político.

Israel tiene un régimen parlamentario de representación proporcional pura. Los grandes partidos, como el Likud de Netanyahu, no tienen los votos en el Parlamento para formar Gobierno. Requieren de alianzas con partidos chicos que son cada vez más los fundamentalistas de la ultraderecha nacionalista.

Para mantenerse en el poder, Netanyahu requiere del apoyo de estos locos que son los que presionan para continuar la guerra en Gaza y conseguir el sueño guajiro de correr a los palestinos a otro lado, no obstante que la mayoría de los israelíes, según las encuestas, quieren que se termine el conflicto bélico (siempre y cuando Hamás entreguen a los 50 rehenes, vivos y muertos, que siguen teniendo en su poder).

El resultado ha sido atroz. Las escenas de muerte y hambruna en Gaza son dolorosas e inaceptables. No tienen nada que ver con el judaísmo humanista de “reparar al mundo” y sí mucho con el fanatismo estúpido de los que creen en aniquilar al otro.

Los judíos que todavía creemos en la paz y en la solución de dos Estados estamos obligados a repudiar esta locura y la catástrofe que está dejando.

X: @leozuckermann

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