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Zedillo, la horma del zapato de…

He aquí, creo, una de las razones por las cuales Claudia Sheinbaum reaccionó con tanta vehemencia ante las intervenciones de Zedillo en Nexos y Letras Libres.

Jorge  Castañeda

Amarres

El mexicano más conocido en el mundo es hoy el “Chapo”. No posee, desde luego, la voz mexicana más respetada. En parte porque no tiene voz, y en parte porque no es respetado. No abundan, por cierto, las voces mexicanas con presencia y prestigio en el mundo. Desde la desaparición de Paz y Fuentes, ningún mexicano atrae la atención y la escucha del público internacional como ellos. Algunos empresarios -el ingeniero Slim- y cineastas -González Iñárritu- o actores -Gael García y Diego Luna- gozan de gran popularidad y reconocimiento en otras latitudes, pero por razones que les incumben, no suelen adoptar posturas políticas que repercutan fuera de nuestras fronteras, salvo, quizás, en años recientes, a propósito del tema migratorio.

Así que figuras políticas, o intelectuales sin la reputación de los dos escritores ya citados, han llenado el espacio en el extranjero, de menor importancia que en el pasado, pero aún significativo. En otros países, ex presidentes lo suelen ocupar: Ricardo Lagos y Michele Bachelet por Chile, Fernando Henrique Cardoso por Brasil, Juan Manuel Santos por Colombia, y parémosle de contar. En México, la tradición y las características personales de los antiguos mandatarios en vida hacen que si bien varios -Zedillo, Fox, Calderón- han afortunadamente abandonado el silencio de sus predecesores, sólo Zedillo posee una voz escuchada fuera de México. Fox interviene siempre de botepronto, o en compañía de sus homólogos del Grupo de Madrid o Idea, por ejemplo; Calderón actúa en esos grupos también, y no es lo suficientemente conocido en el ámbito internacional para repercutir con impacto. Carlos Salinas podría influir, pero ha decidido ceñirse a la tradición mexicana, sobre todo a lo largo de los últimos años.

Queda entonces Zedillo. Gracias a las relaciones que construyó durante su Presidencia, en Yale, en el grupo de The Elders, en la Comisión sobre Drogas, en los organismos internacionales, en medios de gran circulación -escribió una columna en Forbes durante una época- es tomado en cuenta seriamente cuando se pronuncia. Es el caso cuando habla de las tendencias mundiales, y a partir de septiembre pasado, cuando opina sobre los acontecimientos nacionales. He aquí, creo, una de las razones por las cuales Claudia Sheinbaum reaccionó con tanta vehemencia ante las intervenciones de Zedillo en Nexos y Letras Libres.

El ex Presidente no ha dicho nada nuevo. Él mismo aclara que sus principales argumentos los esgrimió desde septiembre, en un discurso ante la International Bar Association en la Ciudad de México. En particular, su denuncia de la reforma judicial como un retroceso autoritario fue expuesto allí y en sendas columnas publicadas por The Economist y The Washington Post, entre otros. Su tajante juicio de que la democracia en México ha muerto se deriva directamente de las anteriores críticas. Pero hay una diferencia fundamental. Todos esos reproches se dirigieron a López Obrador. Los de ahora son a Sheinbaum.

No es que los lectores de Nexos o Letras Libres en Uzbekistán se indignen ante los atropellos a la democracia de la Presidenta mexicana, como sí lo hacían cuando veían La Hora de Opinar (ya no). Pero se molestó Sheinbaum porque sabe que si alguien puede abollar su buena e incomprensible prensa internacional, es Zedillo. No por su gestión presidencial como tal -con claros y obscuros, como todas- sino por el renombre que se ha construido a lo largo de los últimos treinta años.

Alguien en Palacio entiende que las réplicas “whataboutistas” de la 4T sobre el Fobaproa, Acteal, Aguas Blancas y demás maldades atribuidas al sexenio de Zedillo, no pintan allende las fronteras. Cierto o no, Zedillo es visto como el que permitió la alternancia en México, como el que sacó al País de la llamada crisis del tequila, y como el que no robó. Sus denuncias de la deriva mexicana hacia la dictadura revisten más peso y alcance que las de cualquier otro, incluyendo, por supuesto, a los demás y muy pocos mexicanos que tenemos voz en el exterior. Si se tardó en pronunciarse; si no criticó otros atropellos a la democracia; sí cometió errores durante su sexenio: Nada de todo eso va a convencer al mundo, ni siquiera con la complicidad de los corresponsales (masculino inclusivo) en México de los medios internacionales que aplauden a Sheinbaum. Se topó con la horma de su zapato, y se ardió.

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