Comprar senadores
Ya los morenistas no pueden seguir diciendo que la reforma judicial “es un mandato del pueblo”.
JAQUE MATE
“Éramos gobernados por un partido único que soportaba una presidencia monárquica.” — José Agustín Ortiz Pinchetti
No sorprende que el anuncio lo haya hecho Manuel Velasco, el senador del Partido Verde. Este 26 de agosto, tras registrarse como senador, afirmó que “no nos faltan” senadores para conseguir una mayoría calificada. “Se está construyendo en ello, hemos estado dialogando con todos. Hay una posibilidad muy amplia de que se trabaje en torno a ello. Se ha estado dialogando con senadores y senadoras de la oposición”.
Velasco fue el operador que, en 2018, después de haber contendido en campaña en alianza con el PRI, negoció el traslado de toda la bancada del Verde a la Cuarta Transformación. Con esto confirmó la vocación de su partido por unirse siempre a quien detente el poder. Es lógico que le haya tocado anunciar la compra de los tres escaños en el Senado que le faltan al gobierno para la mayoría calificada.
Ya los morenistas no pueden seguir diciendo que la reforma judicial “es un mandato del pueblo”. No hay duda de que Claudia Sheinbaum consiguió una contundente victoria, con 59.75% de los votos, aunque haya sido en la contienda más inequitativa desde los tiempos del partido hegemónico. Sin embargo, el pueblo sabio solo le dio a Morena y a sus partidos satélite 54% de los sufragios para el Congreso. No era un mandato para restablecer un régimen de partido único.
El INE otorgó a Morena y a sus aliados una mayoría calificada con 364 escaños en la Cámara de Diputados, además de 83 en el Senado, a tres de la mayoría calificada. Su interpretación del artículo 54 de la Constitución descartó la tesis de jurisprudencia de la Suprema Corte de 1998, redactada por la entonces ministra Olga Sánchez Cordero, que señalaba que la distribución de los legisladores plurinominales “debe hacerse atendiendo no solo al texto literal, sino al valor de pluralismo político que tutela”.
Pero no solo el INE no atendió esta tesis de jurisprudencia, sino que ahora abiertamente la 4T está comprando senadores que no obtuvo en las urnas para lograr esa mayoría calificada que le permitirá hacer reformas constitucionales sin negociarlas con la oposición y, sobre todo, para darle al Ejecutivo el control del Poder Judicial. El afán de entregarle “un regalo” a López Obrador es tan fuerte que cualquier otra consideración sale sobrando.
¿Es legal comprar senadores electos por la oposición para formar parte de la bancada oficialista? Desafortunadamente, sí lo es. Nuestro sistema parlamentario permite la compra de curules y de conciencias. En 2018 el PVEM, que contendió en la elección de ese año aliado con el PRI y Nueva Alianza, en la coalición Todos por México, pasó sus 17 diputados y siete senadores a la bancada del gobierno de López Obrador. Fue un acto de oportunismo que traicionó el voto de los electores, quienes sufragaron por el Verde con la idea de que éste representaba una opción distinta a Morena. Es muy probable que el acuerdo se haya hecho desde antes de la elección como una estratagema para darle a AMLO una presencia en el Congreso que no obtuvo en las urnas.
La sobrerrepresentación en el Congreso nos está regresando a los tiempos del partido único. José Agustín Ortiz Pinchetti, el abogado que peleó tantas batallas al lado de López Obrador, y que le fue fiel hasta su muerte, el pasado 3 de agosto, recordaba esos tiempos en Dos hermanos, un país, un libro redactado con su hermano Francisco que se presenta hoy: “Un sistema que se renovaba solo para dejar pasar a un grupo distinto. No había un estado de derecho auténtico. Los grupos privilegiados podían imponer no solo las sentencias de los tribunales sino las leyes mismas”. A ese sistema de partido único nos está llevando López Obrador.
PAUSA
“Tienen que aprender a respetar nuestra soberanía”, dijo AMLO ayer, y declaró una “pausa con la embajada” de EUA. ¿Qué significa esto? Nadie lo sabe. A principios de sexenio decretó también una “pausa” con España, sin que hubiera consecuencias. Es nada más la expresión de un berrinche.
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