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Parásitos

Sheinbaum aboga por más democracia mientras alimenta un populismo parasitario. El discurso de cambio encubre un intento de destrucción de la democracia que la sostiene.

Habrá más democracia, insiste Claudia Sheinbaum. La democracia es nuestra bandera, clama la candidata del triunfo anunciado. La democracia es el poder del pueblo, dice la beneficiaria del dedazo disfrazado para no parecerlo. Y por ello hay que votar por el Plan C, repite en spot tras spot, mitin tras mitin. Porque lo que había antes de nosotros -insiste- era una farsa, una simulación, un acuerdo entre las élites. Ganaremos para corregir. Ganaremos para componer. Ganaremos para inaugurar la versión verdadera, auténticamente mexicana de un sistema político que el mundo jamás ha conocido. Nuestro País será un laboratorio declara la doctora, sin entender que cuando habla así, adopta los argumentos de quienes dicen defender la democracia, cuando en realidad son sus parásitos.

AMLO y Claudia se nutren de lo que critican. Él y ella subsisten a expensas de lo que embisten. Los parásitos son organismos que viven y se nutren de otros. Y el lopezobradorismo que Sheinbaum reproduce genéticamente logra mantenerse y expandirse gracias a la relación parasitaria que han establecido con la institucionalidad deficitaria. Si el INE no existiera no podrían exigir su subordinación. Si la Suprema Corte no funcionara como contrapeso, no demandarían su colonización. Si el INAI no respondiera demandas de transparencia, la candidata del oficialismo no avalaría su eliminación. Nadia Urbinati lo explica en “Yo, el pueblo: Cómo el populismo transforma a la democracia”. El populismo se enquista en la democracia preexistente, no para matarla sino para vivir de ella, de forma depredadora. Y el lopezobradorismo en el poder ha ido mutando, reproduciéndose, modificando el comportamiento del huésped, poco a poco, infectando a quienes creíamos intelectualmente inmunes al desfiguramiento democrático.

El concepto “pueblo” permea. La palabra “mayoría” convence. Son principios sobre los cuales se construye la democracia constitucional en México y en cualquier parte. Pero en el debate público actual, el Presidente, su partido y su candidata han logrado convertir esos conceptos en algo radicalmente distinto, simplista y tergiversado. La “transformación” sí está logrando cambiar el lenguaje, las instituciones, la retórica, y los medios para alcanzar fines antitéticos a la democracia como la hemos entendido desde la Revolución francesa: Un sistema de contrapesos, división de poderes, representación y rendición de cuentas que ahora el “Amloañol” ha resignificado. El nuevo lenguaje que conjugan los paleros del populismo es antitético al concepto de democracia que habíamos aprendido durante los últimos 300 años, y al que habíamos aspirado durante los últimos 30. Los parasitarios de la política también lo han sido del idioma.

Pero lo que AMLO y Sheinbaum no han comprendido aún es que necesitan al anfitrión. Dependen de la democracia defectuosa que heredaron para sobrevivir, crecer y reproducirse. Y las 20 reformas que forman parte del Plan C no sólo buscan abusar de la democracia o desfigurarla. Si Claudia consigue la mayoría constitucional que busca, la intención anunciada será matarla. Acabar con ella vía aquello que demandan, como la votación popular de ministros de la Corte. Aniquilarla con el control gubernamental del proceso electoral, como lo padecimos durante el autoritarismo priista. Asesinarla con la desaparición de plurinominales, para eliminar la presencia de la incómoda oposición. Ahorcarla con la soga al cuello que le colocarán las fuerzas armadas cada vez más empoderadas. Como lo argumenta Urbinati, “el organismo parasitario no puede matar al que lo está hospedando sin matarse a sí mismo. El populismo nace en la democracia, vive mientras viva la democracia y muere cuando muere la democracia”.

Paradójicamente, Sheinbaum está pidiendo votar por cambios constitucionales que acabarían con el perfil de demócrata que presume. Cuando eres una populista o trabajas para un populista y destruyes la democracia, dejas de ser una populista y te conviertes en una dictadora o una cuasidéspota. Para sobrevivir, el populismo necesita contenciones y Sheinbaum pretende desmantelar las pocas que existen. Lo mejor que podría sucederle es que Morena no obtuviera mayoría calificada en el Congreso, porque de lo contrario crearía las condiciones para su autodestrucción. O su conversión de parásito de la democracia a incubadora del autoritarismo.