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A #Frena le faltan balatas

Ambiciones e intereses obscuros que subyacen también en otros partidos y grupos de poder, no nada más en el partido oficial.

Frena, ese movimiento que busca la renuncia del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha tomado una gran notoriedad, que ha conseguido una cobertura importante, aunque no creo que vaya a conseguir lo que busca.

"Tirar" al Presidente como ellos lo plantean, no resolverá los problemas que tenemos, ni siquiera garantiza que con ello se vaya a poner al País en dirección de resolverlos.

A mí no me parece buena idea obligar a López Obrador a que renuncie porque además voy doble contra sencillo que van a fracasar.

Creo que la inestabilidad que generaría la renuncia presidencial sería muchísimo más peligrosa, despertaría las ambiciones internas en un partido como Morena, en donde ya hemos visto que tienen problemas para convivir, incorporar ideas diversas y sobre todo para llegar a acuerdos.

Ambiciones e intereses obscuros que subyacen también en otros partidos y grupos de poder, no nada más en el partido oficial.

A ver, supongamos que lo hacen renunciar, ¿A quién se supone que pondríamos en su lugar?

Un cambio total de gabinete cuando ni siquiera hemos llegado a la mitad de sexenio, con una caída historia de la economía, con una pandemia cuyos alcances ni López-Gatell conoce, o por lo menos no la reconoce.

Con hospitales colapsados, negocios cerrando, empleos perdiéndose.

Con grupos del crimen organizado apoderados de regiones enteras del País, cosa que tampoco es de este sexenio, pero ahí siguen.

Con gente dentro del gabinete federal haciendo bien las cosas, tratando de mantener a flote el barco, buscando hacer entender a sus mismos compañeros de gabinete que se deben corregir muchas cosas, no todas porque no todo está mal.

¿En serio alguien piensa que es buena idea hacer renunciar al Presidente?

Ya no se trata de que si son fifís o no, ni de que si las cosas van bien o mal.

Pueden incluso muchos de los simpatizantes de Frena pensar honestamente que es buena idea.

Se trata de que no hay forma de sostener que las cosas se van a resolver con la renuncia de un solo hombre, cuando la solución de tantas broncas que tenemos en México depende de todos en distinto modo y medida, no solamente de AMLO.

Al Presidente se le debe obligar a corregir, a resolver, a responder a la expectativa que él mismo generó durante 18 años en que se mantuvo como el máximo líder opositor de este País.

Pero no hacerlo renunciar tras un triunfo legítimo, democrático, limpio y certero que propios y extraños reconocen.

Aunque al principio el mismo Presidente haya bendecido a las redes sociales, a mí me queda claro que ni fue ahí donde ganó ni es ahí donde ahora está perdiendo.

Ganó en las urnas, en las calles y plazas de todo México.

Y es ahí mismo donde perderá todo lo ganado si en poco tiempo no ofrece resultados que se reflejen en el bienestar y calidad de vida de las familias.

Pero no en las redes ni porque alguien salga a exigirle su renuncia, cuando lo exigible es el resultado, el entregable que debe presentar tras haber ganado su proyecto de nación ese contrato en julio de 2018.

Si logra darle la vuelta a la tortilla y se empiezan a resolver los problemas, podrán seguirse pudriendo de coraje sus opositores, eso es lo que menos importa porque aquí de lo que se trata es de resolver broncas.

Y si no, pues ahí están las urnas para ponerle un Congreso en contra y no darle todo el poder como lo tiene ahora.

Para obligarlo a sacar sus mejores cartas, sus más capaces mujeres y hombres para que hagan política de la buena, que sepan negociar, cabildear, llegar a acuerdos y sobre todo cumplirlos.

Imponer ideologías y proyectos no es buena idea, si durante décadas nos quejamos del burdo mayoriteo del PRI, de la genuflexión del legislativo al Ejecutivo, de la tóxica cercanía, de la falta de debate, del no reconocimiento de las formas de pensar distintas, de la no inclusión de las minorías... ¿por qué ahora sí habríamos de pensar que son válidas?

Pero ese cambio podría darse desde las cámaras, empezando primero por las urnas.

Hacer renunciar al Presidente no es buena idea, aunque algunos se apantallen con tal cosa.

El hecho de que la gestión de López tenga errores y puntos de crítica, no válida ni legitima en automático a sus opositores.

La oposición en este País necesita ganar credibilidad, legitimidad y luego votos, pero no a costa de destruir un Gobierno, sino de conectar su narrativa y sus propuestas con la gente.

Van a necesitar más de un juego de balatas, de las de cerámica según los mecánicos muy conocedores, para que ese freno pueda funcionar... y a lo mejor ni así.

Digo yo.

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