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‘Me cuidé de todo mundo, menos de mi hijo’

Los besos y abrazos que Alegría Puentes Hernández le dio a su hijo, fueron suficientes para que el Covid-19 la atacara, al grado de creer que iba a morir.

‘Me cuidé de todo mundo, menos de mi hijo’

A manera de introducción me gustaría dedicar este testimonio a las personas que han perdido la batalla contra este virus que amenaza la humanidad y supera todo conocimiento médico, a quienes están luchando contra él desde una cama de hospital o desde la primera línea de batalla atendiendo a quienes lo padecen, y por supuesto a quienes desde casa guardando confinamiento se están cuidando y de esa forma nos cuidan a nosotros. Para todos con respeto y amor.

La precaución

Quiero iniciar mi relato aclarando que no me contagié en un evento social, en el mercado o en las carreras de vado, mucho menos en mi trabajo. Desde que había comenzado la cuarentena tomamos todas las medidas posibles, tanto en casa (lavamos todo lo que comprábamos en la tienda), dejábamos los zapatos que habíamos utilizado para salir en la puerta de la casa.

En mi trabajo rociaba sanitizante para superficies en las suelas de los zapatos de mis pacientes, sanitizante de manos en cada uno y les entregaba una toallita desinfectante. Las salidas eran solo las esenciales a comprar mandando o a lugares aislados, solía salir a andar en bicicleta por las tardes y lo hacía a campo abierto.

Después de la enfermedad he retomado todas las medidas, hasta con mayor esmero. Excepto andar en bicicleta, mi sistema respiratorio aún no está listo para eso.

El contagio

Como decía, me cuidé de todos y de todo, me aseguraba que guardaran su sana distancia, de utilizar y que utilizaran cubrebocas en negocios y en mi consultorio, me cuidé de todo mundo, menos de mi hijo. Y es que; ¿quién se cuidaría de su propio hijo? Si los hijos son para abrazarse, besarlos y apapacharlos con mucho amor … más si están enfermos.

Fue un jueves, lo recuerdo bien, me habían traído al niño de su visita a casa de la familia de su papá, todo transcurría normal. Pero a la hora de dormir me percaté de que tenía temperatura, ni modo –pensé- esas cosas pasan, de seguro estuvo mucho tiempo en la alberca y el sereno de la noche lo enfermó o comió mucha nieve o agua helada. ¿qué se yo?.

Me preparé para no dormir y estuve poniendo fomentos de agua, tomándole la temperatura, le puse trapos mojados en todo el cuerpo, todo acompañado de una buena dotación de besos y abrazos, los cuales pensé habían sido parte clave de su recuperación al día siguiente cuando amaneció como si nada.

Su sistema inmune no había necesitado más de una simple calentura para combatir el covid, y el covid solo necesitó de esos besos y abrazos para entrar en mí.

La enfermedad

Dos días después comienzo a experimentar dolor de garganta, cuerpo, cabeza y temperatura. Pensé que era debido a que un día antes había manejado con la ventana abierta mientras me tomaba una bebida fría; no pasa nada unas gárgaras de isodine.

Obviamente no fue así. En el transcurso del día fue aumentando el malestar, para la cena yo ya no pude comer, pensé que solo necesitaba descanso y que tomarme un día entero me repondría, tampoco fue así. Con el paso de los días las temperaturas y el dolor de cabeza se fueron agravando así que decido ir doctor: me escucha los pulmones, me receta antibióticos, antivirales y vitamina C. Me manda a descansar.

Pero no pude descansar; comienzo a desarrollar un tremendo dolor en los pulmones y pecho lo cual no me permite estar en ninguna posición. Al no notar mejoría con el medicamento a pesar de tomarlo en grandes dosis y religiosamente a sus horas, vuelvo a consulta, le planteo al doctor la posibilidad de haberme contagiado de la enfermedad de moda y me responde que tal vez sí o tal vez no.

El diagnóstico

La enfermedad transcurría, cada vez me sentía peor y por los síntomas comenzaba a sospechar que había pasado a formar parte de las estadísticas de infectados de covid. Pero me resistía a creerlo. ¿Cómo, Cuándo, Dónde?.

Una semana después de los síntomas me llama el papá de mi hijo y me informa que uno de sus hermanos había salido positivo a covid y todos en la familia presentaban síntomas, afortunadamente, esos síntomas solo eran perdida de olfato y gusto, alguno que otro tos y calentura, nada grave, nadie necesitó oxígeno u otro soporte médico.

Todo tuvo sentido, era obvio que a mí no me estaba yendo tan bien, yo recibía la noticia como una sentencia de muerte. Mi estado de ánimo decayó y el covid atacó.

La lucha

Asustada y muy enferma, sentía que lo único que podía hacer era apegarme al tratamiento, tomaba puños y puños de pastillas a sus horas, pero no sentía ningún efecto.

Tenía cada vez más dificultad para respirar, sentía que al hacerlo alfileres entraban en mis pulmones que ya habían perdido la capacidad para expandirse, las temperaturas eran tan fuertes que me hacían alucinar, el virus me había deshidratado al grado de no poder parpadear porque no tenía lubricación entre el globo ocular y el párpado, mis labios estaban agrietados como si vagara por el desierto, mi piel se estiraba y por no tenía saliva para pasar, hablar ni mucho menos comer.

Solo comía media manzana al día porque al morderla soltaba jugo y eso me ayudaba a pasarla, era todo lo que podía comer ya que los cítricos me escaldaban la lengua debido a la misma resequedad, lo mismo pasaba con lo caliente, así que los caldos tan recomendados para estos casos quedaban descartados. Comí solo media manzana al día durante 15 días.

Por las noches era lo peor, mi incomodidad era tanta que no conseguía dormir, pasaba las noches en vela cuidando no cambiar de posición para no desatar la tos que estaba convencida resultaría mortal, tuve mucho tiempo de introspección me sentía culpable por haberme ido a meter a casa de mis papás estando enferma.

¿Y si los había contagiado? ¿Si yo moría y después ellos detrás de mí qué pasaría con la familia? Escuchaba una tras otra la noticia de personas conocidas que habían fallecido. No eran las estadísticas nacionales. Eran personas cercanas y conocidas del poblado, que siempre saludaba al pasar rumbo al trabajo, la hermana de la chica que tiene años haciéndome las uñas, exalumnos, ¡la vecina! y eso me hizo cobrar conciencia del probable destino que me esperaba, me armé de valor y lo asimilé.

Dediqué un tiempo para reconciliarme con la con la vida, la muerte y la enfermedad, me hice ver a mi misma que había tenido una vida muy productiva, había estudiado y ejercido una carrera que amé con pasión, había ayudado a mucha gente a sanar a través de un proceso terapéutico, trabajé en otra de mis pasiones los medios de comunicación, como catedrática universitaria enseñé a muchos a forjar su destino profesional, había conocido el amor y desamor, había cumplido mi sueño de ser mamá y materializado el de tener mi propio centro psicológico, viéndolo bien era afortunada había tenido una bonita vida y estaba lista para partir, así que con el poco aire que aún entraba en mis pulmones hice el esfuerzo de hablar con mis papás.

Le dije a mi mamá en qué parte de mi bolsa había un usb con fotos donde aparecíamos mi hijo y yo, le pedí que lo guardara y protegiera o si era posible las imprimiera para que mi bebé pudiera recordar cómo era físicamente su mamá, le di también mi clave para hacer retiros en cajeros automáticos, - lo que hay no es mucho -le dije- pero debe alcanzar para los gastos fúnebres.

Fue para todo lo que me alcanzo el aire, quería hablar con el papá de mi hijo pero ya no pude más, le envié un mensaje, en él que le pedía que cuidara mucho al niño, sabía que eso estaba de más pues siempre ha sido un excelente papá, en realidad solo era la introducción para pedirle que no dejara que el niño se olvidara de mí, que le hablara de su mamá que le contara cuanto lo habíamos buscado y cuánto tiempo lo habíamos esperado, como cambió mi vida cuando el llegó y sobre todo que le hiciera saber cuánto lo había amado y que traspasaría la frontera de la vida y la muerte.

Cuando envié el mensaje me sentí lista para la hora de partir. Pero entonces comencé a pensar en mi bebé en todos los momentos que me iba a perder, lo imaginé graduándose del kínder, lo imaginé el día de su graduación de la universidad o en su boda y que yo no iba a estar. La paz y voluntad se me acabó, sentí tanto miedo y comencé a llorar, no salían lágrimas porque no había agua en mi cuerpo.

El papá de mi hijo que pertenece a una familia sumamente religiosa, me regresa la llamada para decirme que todos están Orando por mí, eso me hace sentir segura además de un ligero alivio, le escribo a mi líder espiritual y le pido oraciones para mí, me regresa una nota de voz con una oración que me dedico a escuchar toda la noche.

Una luz de esperanza

En el que yo he denominado mi segundo día de agonía, una persona muy cercana a mí y con quien estaré eternamente agradecida me llama por teléfono, tiene que hacerlo repetidas veces porque yo no respondía llamadas, ni leía mensajes, ni nada.

Simplemente no tenía fuerzas para hacerlo.

Al lograr comunicarse me dice que en Mexicali hay un médico que está administrando un medicamento alternativo que cura el covid; se refería al reconocido Dr. Ernesto Valdez; me explica que son sueros que consiste en tres aplicaciones.

Obviamente no lo creí pero me emocionó mucho la idea de que me aplicaran un suero vía intravenosa, como lo mencione anteriormente, el virus había resecado mi cuerpo y la idea de poder volver a parpadear sin dolor o pasar saliva me emocionó, claro que iría!, pero había un ligero problema; ¿cómo me iba a levantar? ¿Cómo iba a estar en la sala de espera si no tenía aire ni fuerzas suficientes para mantenerme incorporada.

Aun pareciendo imposible, la palabra suero me hacía querer arrastrarme hacia el lugar como lo haría un animal sediento hacia un arroyo, y pensé: si amanezco; voy! Le había estado pidiendo a Dios que pusiera los medios para curarme y tal vez era la respuesta, y declaré: En el nombre de Dios mañana a estas horas ya me sentiré mejor.

Para las 5 de la mañana que le había pedido a mi mamá que me despertara yo ya estaba sentada en la cama, me había dado a la tarea de hacerlo desde las 4:30 am, así que me ayudaron a cambiar me, a subirme al carro y tomamos camino. Llegamos a las 7 am a la clínica, ya había gente esperando ser atendida, cuando me bajo del carro, debido al cambio de posición se me desata la tos y tampoco puedo tomar aire, comienzo a perder fuerza en la piernas, me desvanezco en el estacionamiento, al ver esto desde adentro de la clínica, el doctor sale a medirme al oxígeno y me dice que no está tan bajo como otros que ha atendido y le hago saber que pese a lo que diga el aparato yo no puedo respirar, así que me dejan pasar a la clínica, me ponen el suero que contiene el medicamento para curar el covid, al escuchar mis jadeos ordena nebulización y oxígeno, me siento maravillosamente atendida. No sentí ninguna mejoría inmediata, salí sintiéndome mal pero tranquila.

Llegué a casa y me puse a conseguir un tanque de oxígeno,, después tome una botella de agua le di un trago y con el agua aun en mi boca le di la mordida a un taco que tenía todo el día queriendo tomar fuerzas para morder, fue ahí donde me di cuenta, que si bien me seguía sintiendo mal, ya había tenido ánimos para conseguir el oxígeno y para intentar comer.

Una colega que admiro mucho me llamó para saber cómo estaba y me ofreció aplicarme una técnica de hipnosis para ayudar a mi sistema inmune a restablecerse mejor, acepto por supuesto, esto era atacar al virus con medicamento, con mi mente y con mi cuerpo. Día 2.-Como solo iba a aplicación me pasaron directo esta vez al segundo piso, cuando subo las escaleras me mareo, comienza el ataque de tos y me recuestan rápido en la camilla donde me hacen la infiltración, se termina el suero.

En el camino de regreso le pido al conductor que llegue a un drive, tengo hambre, conseguí comer unos bocados, pero mi estómago me lo agradeció. En el transcurso de la tarde voy sintiendo más fuerzas para estar de pie, sentada, hablar, mi semblante cambió. Día 3.- 5:00 am.

Subo las escaleras con dificultad pero sin ponerme mal como un día antes, al terminar la aplicación el doctor me explica que el tratamiento consta de tres sueros, y me pregunta si quiero cerrar el tratamiento o me quiero poner uno más y como mi mejoría no era total le respondo que volveré al siguiente día para una cuarta aplicación, pero ya no la necesité.

El postrauma

A los pocos días comienzo a experimentar síntomas de ansiedad, mi mente me traicionaba haciéndome tener pensamientos catastróficos como que iba a recontagiar a mi hijo y esta vez se iba a morir, mis pensamientos me convencían de que la muerte había cometido un error al dejarme vivir y en cuanto se diera cuenta regresaría por mí, experimentaba la llamada “culpa del sobreviviente” por haber sobrevivido mientras otras personas no, venían a mi mente imágenes de mis padres metidos en una bolsa mortuoria.

Hablé con el médico con quien trabajo en conjunto, me receta un ansiolítico y en poco tiempo comienza a hacer efecto, para mi mayor tranquilidad se llevan a mi hijo; si, otra vez a separarme de él, esta vez por mi salud mental.

Con mi hijo a salvo lejos de mí y el tratamiento para la ansiedad haciendo su efecto, parecía que las cosas comenzaban a mejorar. Pero en eso, mi más grande temor comenzó a materializarse; mi mamá inició con síntomas, no hubo ansiolítico por más eficiente que fuera que pudiera controlar el miedo que sentí, pero al menos esta vez ya sabíamos que hacer, la lleve de inmediato para que fuera atendida por el Dr. Valdez.

Su recuperación fue mucho más lenta, yo tardé 3 días en estar bien, ella tardó alrededor de 15, pero desde el inicio me programé para no desesperarme en que mientras fuera mejoría que importaba que fuera lenta. Mientras tanto nos ocupamos de prevenir que mi papá se fuera a contagiar, jamás mostró síntomas, es algo que agradezco infinitamente a Dios, a la vida y al Dr. Valdez por el tratamiento profiláctico que me receto para el.

Strike one

21 días después de comenzar con los síntomas fui a hacerme una prueba de inmunodeficiencia para saber si ya era negativa a covid y podía tener a mi hijo de regreso. Aún era positivo, el doctor me comentó que el resultado arrojaba que estaba en la última curva de la enfermedad pero que igual aun podía contagiar, también me informó que aparecía que había creado inmunidad, pero que no sabían cuánto duraba. Al cumplir 40 días de haber comenzado con el tratamiento contra el virus regresé para una segunda prueba, esta vez leí el resultado que tanto esperaba: Negativo.

Con mi resultado negativo, mi mamá completamente restablecida y mi papa sin haber expuesto síntomas, por fin todo en mi vida volvió a la normalidad, bueno debo decir: “A la nueva normalidad” Seguimos cuidándonos mucho, no queremos volver a pasar por algo así.

Vivo cada día agradecida por la nueva oportunidad, trato de vivir en honor a mis estimadas personas que pelearon pero no lo lograron, me parece maravilloso cada amanecer y ejerzo mi profesión con toda la pasión. Sigo viva y estoy convencida de que estoy aquí para hacer la diferencia.

Así que si usted, es sobreviviente de covid, cuídese porque al igual que una gripa nos puede dar 2 o 3 veces al año, lo mismo puede suceder con este virus y si es de los afortunados que no se ha enfermado, cuídese con mayor razón lo peligroso del coronavirus es que no se sabe quién va a ser un afortunado asintomático o quien va a morir a causa de él.

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