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La carta del adiós de Ana Luisa

La carta del adiós de Ana Luisa

Ana Luisa salió un viernes de su trabajo, después de meses de espera por fin podría disfrutar de sus vacaciones y visitar su tierra natal, Hermosillo, Sonora.



Ese día se despidió con entusiasmo pero con un poco de melancolía, comentaron sus compañeros de trabajo en el área administrativa del Hospital General en Tijuana.



La describieron como una mujer dedicada a su labor, siempre dispuesta a ayudar a todo aquel que le solicitara auxilio para resolver conflictos tanto en el trabajo como en la vida personal, y nunca se negaba a dar algún consejo.



Al día siguiente, Ana Luisa salió muy temprano de la ciudad sin ninguna novedad, hasta que a unos kilómetros de su destino un tráiler se le atravesó sin previo aviso causándole un accidente mortal.



Sus compañeros recibieron la noticia dos días después por parte de la familia, sin poder creer el trágico final que tuvo la más querida del área.



“Fue una fuerte impresión recibir la noticia de que nuestra compañera falleció unas horas después de despedirla entre risas y bromas”, comentó uno de los empleados.



Las cosas cambiaron


Los siguientes meses el escritorio que ocupó Ana Luisa permaneció en el estado en el que lo había dejado ese viernes de abril de 2010, hasta que comenzaron a notar una serie de sucesos extraños.



Luego de cumplirse los primeros tres meses del fallecimiento de la secretaria, sus compañeros comenzaron a experimentar varios sucesos sin explicación lógica.



“El monitor de su computadora se encendía puntualmente a las 8:00 horas, a la misma hora en la que ella llegaba. A veces no había nadie más en la oficina, el primero que llegaba se encontraba con esa sorpresa”, compartió otra secretaria del área.



Cajones que se cerraban solos, archivos que aparecían en lugares distintos y electrodomésticos, como los ventiladores y la televisión, que se apagaban a toda hora del día ponían los pelos de punta a más de uno.



Ana Luisa tenía una forma peculiar de saludar a sus compañeros en la mañana, antes de ingresar a la oficina iba tocando con cierto ritmo las paredes hasta llegar a la puerta, donde la recibían a unísono sus compañeros.



“La primera vez que sucedió eso, no nos dimos cuenta y por costumbre la saludamos. Hasta que recordamos que ella había muerto y nos dimos cuenta que nadie entró por la puerta”, señaló otra compañera.



Tras cumplirse el primer semestre de su muerte, decidieron limpiar su escritorio y entregarles algunas pertenencias a su familia, momento en el que se encontraron una peculiar carta fechada el día en el que salió de vacaciones.



En ella describía a cada uno de sus compañeros de oficina y les agradecía cada uno los momentos agradables y los detalles buenos que le dedicaron.



“No sabemos si ella presentía que le sucedería algo, pero nos partió el corazón leer lo que sentía por cada uno. Cada que escuchó los golpes en la pared la saludó y rezó por ella”, expresó su compañera.



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