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La bailarina del Aguacaliente

Dos estudiantes del Centro Escolar Agua Caliente quedaron petrificados y con la piel erizada, cuando vieron pasar de manera fugaz a una mujer, cuyos pies no tocaban el piso y que cubría parcialmente su rostro espectral con parte de su vestido.

Uno dejó caer su botella de agua, el otro su mochila y salieron corriendo despavoridos en medio de la oscuridad, dejando atrás el viejo Minarete que perteneció al Casino Agua Caliente.

El silencio se apoderó de ellos por varios minutos hasta que lograron recordar aquella leyenda que narraban los viejos profesores sobre una bella bailarina española que había sido asesinada durante los años de auge del complejo turístico.

Recordaron cómo habían escuchado las interminables teorías del muerte de una bailarina apodada “La Faraona”, quien era la estrella principal de uno de los varios espectáculos que se presentaban en el casino.

La fama de la bailarina se habría acrecentado al poseer una gran suerte en los juegos de azar y ser el amuleto para que varios clientes asiduos a la ruleta y a las mesas de póquer llenaran sus bolsillos de dólares.

Se contaba que uno de sus pretendientes, cobijado por un arrebato de celos y la envidia por poseer uno de sus collares y pulseras de diamantes, habría acabado con su vida al dispararle con un revólver una noche lluviosa.

Intuitiva como siempre había sido, horas antes, “La Faraona” habría escondido su caja llena de joyas al pie del Minarete.

Sin embargo, los escasos registros de la época cuentan otra historia.

En Agua Caliente, sólo se tiene registrado un asesinato.

La historia del crimen de una bailarina inicia el 26 de marzo de 1934, en el glamuroso complejo turístico que puso en el mapa a Tijuana.

El pequeño poblado de apenas 11 mil habitantes cobró fama a raíz de la inauguración del casino en 1928, caracterizado por sus lujosos acabados.

El lugar incluía un hotel, balneario, campo de golf, hipódromo, galgódromo y el atractivo principal, el casino, donde se encontraban los majestuosos “Salón de oro” y “Salón rojo”.

La fuerte música al ritmo de jazz ahogó el sonido de cuatro balazos salidos de un revólver.

Sobre uno de los bungalows, destinados a los artistas del Casino, yacía el cuerpo de una mujer con los impactos de bala en el tórax.

El nombre de la bailarina correspondía a Esperanza López, asesinada por su esposo y cajero del lugar, Rodrigo Prieto, causando gran conmoción.

Para cuando el médico del complejo, Carlos Dávila, arribó a la escena del crimen, la bailarina, quien tenía cuatro meses trabajando en Agua Caliente, ya había fallecido.

En algún punto de la historia, el asesinato de Esperanza se relacionó con el nombre de la “Faraona” dando pie a la leyenda con innumerables teorías.

Asesinada por un lord inglés que quería sus joyas, envenenada por envidia, muerta a tiros por robarle un amuleto, son algunas de las historias que se cuentan en el Centro Escolar Agua Caliente.

Sin embargo, en ningún registro de la época hay indicios de que la bailarina española haya sido asesinada.

La fría noche, las paredes del bungalow donde sucedió el crimen y los árboles del jardín quedaron como mudos y únicos testigos de lo que en verdad sucedió aquella noche.

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