Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

¿Votará el PRI por la reforma?

“Con esta reforma, López Obrador se juega los principales ejes de su gobierno: o el rumbo del país sigue por la senda que definieron los gobiernos neoliberales, o bien el país vuelve al viejo esquema de los años sesenta”.

“Con esta reforma, López Obrador se juega los principales ejes de su gobierno: o el rumbo del país sigue por la senda que definieron los gobiernos neoliberales, o bien el país vuelve al viejo esquema de los años sesenta”.

El presidente Andrés Manuel López Obrador presentó recientemente una iniciativa de reforma en la que se plasma el contenido esencial de su gobierno, o de lo que espera que sea su gobierno. Se trata de la reforma a la Ley Eléctrica en la que se propone, básicamente, rescatar y fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como una empresa paraestatal.

Con esta reforma, López Obrador se juega los principales ejes de su gobierno: o el rumbo del país sigue por la senda que definieron los gobiernos neoliberales, o bien el país vuelve al viejo esquema de los años sesenta en los que el Estado tenía la rectoría de la economía, así como el control de recursos como el petróleo y la electricidad. Es un poco lo que representa la reforma de AMLO.

Con esta propuesta se abrirá de nuevo este viejo debate, en el que volverán términos como nacionalismo, competencia económica, mercados, regulación, energías limpias, monopolio estatal, neoliberalismo, etcétera.

Sin embargo, para aprobar dicha reforma López Obrador necesita los votos del PRI, porque con los que tiene ahora junto con sus aliados (277) no le alcanzan. Por otro lado, es obvio que el PAN votará en contra, por lo que el presidente necesita 57 votos de la fracción priista en la Cámara de Diputados para alcanzar la suma de 334 votos.

El presidente ya les lanzó el reto a los diputados priistas y los emplazó a “definirse entre el salinismo y Lázaro Cárdenas, o con el neoliberalismo y la nacionalización de las empresas”, sabiendo perfectamente que ese reto es como lanzar un dardo envenenado a las filas del PRI.

El reto de López Obrador llega a un partido abatido, dividido y prácticamente sin posibilidades de recomponerse en corto tiempo. Simplemente, en la pasada elección perdió casi todas las gubernaturas que tenía y sus escaños en las cámaras se han reducido dramáticamente. Su estado es de sobrevivencia.

Por otra parte, en sus abatidas filas hay una corriente muy fuerte (por decirlo así) que se identifica con el nacionalismo de antaño y con el periodo del cardenismo, pero también existe otra corriente que apoyó, justamente, las reformas sobre energía promovidas por Enrique Peña Nieto, reformas que hoy AMLO quiere echar abajo.

De estas fracciones priistas, la primera ya se ha integrado prácticamente a Morena en todo el país, mientras que la segunda subsiste en un intento por salvar del naufragio al partido otrora invencible, o disputándose entre pequeños grupos las siglas y el cascarón de la organización.

No está fácil decidir para el PRI. Si vota a favor de la reforma de AMLO quedaría como un partido satélite de Morena, o como un partido atrapado en el pasado, contrario al que votó por los proyectos “modernizadores” de sus gobiernos, especialmente desde Salinas de Gortari y los gobiernos que le siguieron, incluidos los del PAN.

¿Qué ganaría el PRI si vota a favor de la reforma? ¿Fortalecería a Morena y se daría a sí mismo el tiro de gracia como partido político? ¿Perdería lo poco o lo poquísimo que tiene? ¿Votaría por un proyecto que a todas luces significa un retroceso para el país? ¿Lo haría a favor de un partido que ha contribuido a sepultarlo y le ha quitado sus banderas? No está fácil.

Pero hay más todavía. Si el PRI vota a favor de la reforma puede perder la relación con sus aliados actuales como son el PAN y el PRD que, por lo menos ahora, resultan fundamentales para participar en la próxima elección de 2024. Sin esa alianza, los partidos por separado no serían casi nada, todos pero mucho más el PRI y el PRD.

Por lo tanto, es casi un hecho que el PRI no votará por la reforma de López Obrador, porque en realidad está de por medio su sobrevivencia como partido, que para los priistas es lo que más les importa ahora.

Entonces, lo más probable es que la reforma no va a pasar así como está, que sería para López Obrador como su profecía cumplida, en la que los “conservadores” habrían obstaculizado sus proyectos. El punto se convertiría en el tema central de la próxima campaña electoral.

En lugar de abrir un debate serio y responsable sobre este tema, en el que se vean las ventajas y desventajas de cada propuesta en este campo, AMLO prefiere que lo que impere sea la visión de blanco y negro, de buenos y malos o, en este caso, de nacionalistas y neoliberales. Así da más votos.

*El autor es analista político

En esta nota