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Un pasado nada inocente

Baja California está llena de leyendas. La mayor de todas cuenta con fama mundial y es la que menos le gusta a los bajacalifornianos... 

Baja California está llena de leyendas. La mayor de todas cuenta con fama mundial y es la que menos le gusta a los bajacalifornianos: la leyenda negra de Tijuana, según la cual esta metrópoli es el símbolo de la ciudad del vicio, la depravación, la violencia y el narcotráfico. Se sabe que estas características no son privativas de Tijuana, pero ha sido Tijuana la que ha tenido que cargar con ellas a ojos de mexicanos y extranjeros.

Hoy en día, muchos tijuanenses buscan que Tijuana sea también la ciudad cultural por excelencia o toman la leyenda negra como un motivador para hacer de Tijuana una plataforma mediática para el arte que producen. No toda leyenda negra debe ser enfrentada con lamentos hipócritas y golpes en el pecho para consumo interno.

Estamos hablando de principios del siglo XX, cuando el turismo por placer se convirtió en una actividad masiva, de moda. Luego, en 1919, se aprobó la ley Volstead, mejor llamada ley seca, en la Unión Americana, ley que prohibía producir, vender, trasladar, surtir o poseer cualquier clase de licor existente.

Es decir: prohibía la adquisición y la venta de toda bebida alcohólica, pero no su consumo. La población estadounidense no tuvo más remedio que conseguir sus bebidas favoritas en el mercado negro o desplazarse a las ciudades fronterizas de México para beber hasta el hartazgo.

Buena parte de los negocios que surgieron por cientos en Tijuana, Tecate, Mexicali y Ensenada eran de capital estadounidense y estaban ligados a diferentes grupos mafiosos del país vecino, de tal suerte que famosos gángsters, como Al Capone, llegaban de visita y eran atendidos a cuerpo de rey. En verdad, Baja California vivía, sobre todo Tijuana, de esta industria turística, pues Ensenada contaba con la pesca y Mexicali con la agricultura.

Y la derrama de dólares llegaba a toda la población, no sólo a funcionarios de alto nivel, como lo señala Francisco Regalado en el libro Ensenada: Nuevas aportaciones para su historia (1999):

“Entonces llegaron aquí, al sur de Ensenada, a un lugar que se llama El Bajo de San José y ahí empezaron a llegar barcos de dos mil, cinco mil, hasta diez mil toneladas cargados de licor, de todas partes del mundo, de todos los países, a fondearse ahí. Y llegaron a Ensenada las lanchas rápidas que los capos del negocio compraron al gobierno de Estados Unidos, que eran lanchas que se usaron en tiempo de la primera guerra como cazas submarinos o barreminas o torpederas; quedaron arrumbadas ahí. Estados Unidos ya estaba entrando en una época de prosperidad, se empezaron a abrir líneas navieras, muchos negocios, pozos petroleros, ¡qué sé yo! Y de aquí salían los barcos rápidos a cargar el licor, fuera de San José.”

Francisco Regalado pronto fue un miembro más de esta organización ilegal de contrabandistas que metía licor a los Estados Unidos desde Ensenada: “Yo, para ese entonces, ya andaba allá de picarillo y haciéndole la barba a los capos de aquí, de Ensenada, yo también me fui metiendo paulatinamente en eso. Nomás que a veces andaba de maquinista en un barco o de marinero en otro, transportando licor de México a Estados Unidos. Fue como en 1921 que se establecieron allá los barcos. Ya eran barcos de diez, quince mil toneladas, cargados de licor esperando que llegaran las lanchas que estaban aquí, en Ensenada, a cargar el licor ahí y llevarlo a Estados Unidos. Eran vapores la mayoría, muy poco se usaba el motor diesel en los barcos grandes. Los que traían motor diesel eran las lanchas torpederas, y les agregaban dos motores de gasolina, a cada banda. ¡Bramaban aquellas máquinas y salían de cualquier emergencia! ¡Todos estábamos metidos en eso!, ¡todos estábamos porque yo andaba ahí también! Aquí teníamos nuestra propia mafia, y en esa mafia estaban todos involucrados. No quiero saber quién ni pa’ qué. El que me diga que es inocente... ¡son mentiras! En una forma o en otra estaba metido en eso, ¿a quién quieren hacer tontos? Que yo haya estado chamaco no quiere decir que fuera inocente.”

Esa fue la Baja California de los años de la prohibición: la de la leyenda negra, la del contrabando a escala mayor. Una época que también requiere sea contada en su historia, en su legado a un siglo de distancia.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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