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¿Todos tenemos la razón?

Con el asunto que traemos en Baja California de la decisión del Congreso local, sobre el cambio de la duración del mandato del gobernador, muchas personas públicas están opinando al respecto.

Con el asunto que traemos en Baja California de la decisión del Congreso local, sobre el cambio de la duración del mandato del gobernador, muchas personas públicas están opinando al respecto: políticos, legisladores federales y estatales, partidos políticos, etcétera. Unos están a favor y otros en contra. El caso es que todos quieren ser oídos, pero nadie se atreve a preguntarle a la gente, en serio, que es lo que opina, o voltear la cara para ver qué opinó ya. 

Todos conocemos y tratamos a personas que creen tener siempre la razón, que nunca quieren aceptar un punto de vista diferente, máxime ahora que hay tanto fanatismo en México. Este tipo de comportamiento está desgastando a la sociedad.  Casi siempre hay una razón que explica por qué, cada cual, siempre quiere tener la razón. Una común es que en el fondo son muy orgullosos o fanáticos, o tienen muchos intereses, o quieren el poder por el poder mismo. También hay mucha inseguridad, por eso varios de los fanáticos se acercan a los triunfadores del momento. Son oportunistas que en nada ayudan a la cohesión social. También, en caso de la política principalmente, es porque necesitan controlar todo lo que ocurre a su alrededor. Intentando controlar lo que piensan los demás, quieren evitar que alguna opinión les hiera o se salga de su sistema de creencias. Cuando intentamos explicar nuestro punto de vista a personas que siempre creen tener la razón, estas no nos escuchan. Les cuesta integrar las ideas de otros. Lo que para nosotros es aprender, para ellos es un ataque a su autoestima.

Entonces ¿Cómo nos tratamos? Es difícil lidiar con esto. Sobre todo, si es político y termina siempre imponiendo su criterio. Lo habitual, entonces, será que la sociedad esté a disgusto. Estos personajes no aceptan que se les lleve la contraria y empleen todos los medios a su alcance para imponer su voluntad. Lo estamos viendo en las redes sociales, como los que están a favor de una cosa o de otra, están radicalmente sujetos a lo que ellos piensan. El fanatismo, en momentos de crisis, es muy peligroso. 

Este defecto de no aceptar otros criterios refleja la poca confianza que se tiene en los demás. No escuchan las opiniones y argumentos de los otros porque no valoran lo que otros dicen. Lo que les hace tener poca empatía con la gente que supuestamente representan. Todo lo que sea salirse de sus planes les incomoda, por lo tanto, no están a gusto con las situaciones novedosas y con los cambios. Esto les convierte en personas poco flexibles.

El ejemplo más característico de este tipo de personalidad llevada al límite, serían los dictadores, que creen estar en posesión de la verdad absoluta y no respetan ninguna idea ni opinión que difiera de las suyas. ¿Qué podemos hacer entonces los que si queremos cambios reales, normales y legales? Ser más receptivos y escuchar a los demás.  Abrir la mente y apegarnos a la legalidad.

* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y coordinador de Tijuana en Movimiento.

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