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Tijuana y Ciudad Gótica

Tijuana es la Ciudad Gótica de nuestros tiempos. Una ciudad abandonada, corrupta, sucia y violenta.

Tijuana es la Ciudad Gótica de nuestros tiempos. Una ciudad abandonada, corrupta, sucia y violenta. Una ciudad donde son asesinadas miles de personas cada año. Una ciudad cuyos políticos se enriquecen grotescamente del dinero del pueblo. Una ciudad donde jóvenes ven al crimen organizado como su única salida de la pobreza.

El Joker que va por las calles de Ciudad Gótica destruyendo todo a su paso es comparable con el joven sicario de Tijuana. Ambos son producto de su contexto. Ambos son apestados sociales cuyo único escape es el nihilismo. Ambos decidieron aliarse con el demonio interno que todos llevamos dentro. Ante la falta de empatía del mundo, ambos quieren prender fuego a todo y así sentir algo de calor por primera vez en la vida.

Uno de mis libros favoritos es “Eichmann en Jerusalén” de Hannah Arendt. Una extraordinaria crónica del juicio del funcionario nazi encargado de la deportación de millones de personas hacia campos de concentración y exterminio. Arendt se sorprende al ver a Adolf Eichmann. Ella esperaba un tipo con aire tenebroso e imponente. No. Lo que encontró fue una persona ordinaria que podría ser cualquiera de nosotros. Una persona regular, padre de familia, que encontró el propósito de su vida facilitando el exterminio de inocentes. Arendt lo denomina la “banalidad del mal”.

Esencialmente, Arendt aseveró que hasta el más ordinario de los humanos tiene en su ser la capacidad destructiva de un funcionario nazi. El Joker y el joven sicario tijuanense entran en esta misma lógica. Ambos ven en la destrucción el único camino. Ambos son capaces de tanto mal dada su incapacidad de ponerse en los zapatos de aquel que están lastimando. ¿A quién culpar? ¿A ellos o la sociedad que los orilló hasta este extremo?

Cada que leemos noticias acerca de un joven sicario responsable de decenas de muertes pensamos: “¿Cómo puede un humano ser capaz de infligir tanto mal?” Esto no debe ser sorpresa en una sociedad como la mexicana donde hay mayores incentivos para hacer el mal que el bien. Es más fácil ser corrupto que seguir la ley. Es más fácil salir de la pobreza siendo sicario que trabajando en una maquiladora. La pregunta entonces no es “¿por qué hay jóvenes sicarios?” sino “¿por qué no hay más jóvenes sicarios?”

La película Joker representa un mundo donde el nihilismo impera. Es tanta la desesperación de la gente que su último remedio es darle la razón a un psicópata multihomicida. Si el mundo no los ve y los ignora, que el mundo se vaya al diablo. Bienvenidos sean el caos y la destrucción. Así ponderó la nación alemana ante la llegada de Hitler. Así conciben el mundo muchos seguidores de Trump. Así es el mundo de decenas de jóvenes tijuanenses que frente al abandono social, ven en un cuerno de chivo el único escape de su miserable realidad.

*El autor es abogado y estudiante del programa Atlantis en Syracuse University/Hertie School of Governance.

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